Las elecciones generales en Nicaragua, en las que el presidente Daniel Ortega aspira a su tercera reelección consecutiva, sin contrincantes que le puedan hacer sombra, comenzaron con una buena afluencia de votantes y el llamamiento de la Iglesia Católica a no participar en el boicot al que llamaron los sectores más duros de la oposición.
Un total de 3,8 millones de votantes estaban llamados a sufragar en unos comicios cuya legitimidad está en cuestión debido a los movimientos llevados a cabo en los últimos meses por el oficialismo para debilitar a los partidos de oposición, muchos de los cuales quedaron fuera del parlamento y de la contienda y son los que llamaron a no votar.
Los obispos del país, preocupados por esas acciones que intranquilizaron dentro y fuera del país, exhortaron hace dos meses a reflexionar sobre si participar o no en las elecciones pero finalmente la Iglesia católica, tradicionalmente cercana a Ortega, no ha apoyado el boicot.
«Después de reflexionar, decidimos venir a votar y esperamos que todo se desarrolle de la mejor manera posible, por el bien de la población y del país», dijo el cardenal Leopoldo Brenes, presidente de la Conferencia Episcopal al salir de su centro de votación.
Ortega, ex comandante guerrillero a punto de cumplir 71 años y líder del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), busca consolidar este domingo su poder junto a su influyente y poderosa compañera de vida y de gobierno, Rosario Murillo, ahora aspirante a la vicepresidencia.
Las encuestas le daban la victoria con más del 50% de los votos y su reelección se da casi por descontada, aunque hasta entrada la noche no se conocerán los primeros resultados.
Además de Ortega, hay otros cinco candidatos a la presidencia pero son políticos desconocidos para la gran mayoría de la población, a los que las encuestas no les dan ninguna opción y que no son considerados opositores reales sino aliados del actual gobernante. Según el analista político Carlos Tünnmermann, habrían aceptado participar en la contienda a cambio de obtener ciertas cuotas de poder en la Asamblea Nacional.
También se renovarán los 92 diputados de la Asamblea y se elegirán a 20 representantes del Parlamento Centroamericano
Además de las acciones para debilitar y diezmar a la oposición, y que los analistas atribuyen al entorno de Ortega, otro motivo de preocupación es la falta de misiones independientes que presencien la contienda electoral.
En junio, el presidente llegó a tachar de «sinvergüenzas» a los observadores internacionales de la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos, pero finalmente una delegación de ésta última entidad ha llegado al país aunque, según la explicación oficial, su misión no será «observar» los comicios sino reunirse con quienes sirvan de acompañantes del proceso, todos funcionarios de gobiernos afines al FSLN.
«No es ningún organismo externo el que va a dar fe de la transparencia y la legitimidad de las elecciones, nosotros decidimos en Nicaragua si son o no transparentes», afirmó el domingo Roberto Rivas, presidente del Consejo Supremo Electoral tras jactarse de la buena afluencia de votantes durante la mañana.
Daniel Ortega llegó por primera vez a la presidencia en 1979 tras una cruenta guerra civil que acabó derrotando la dictadura de Anastasio Somoza. Gobernó hasta 1990, cuando perdió las elecciones, pero regresó al poder en 2007. Desde entonces ha sido reelegido en dos ocasiones y pero si se mantiene en el poder, este nuevo mandato no será sencillo, auguran los analistas.
Según el sociólogo y economista Oscar René Vargas, catedrático de la Universidad Centroamericana, la falta de cooperación de Venezuela _un socio incondicional junto a Cuba pero que vive una gran crisis_, el alto precio del petróleo y la posibilidad de que salga adelanta la iniciativa estadounidense para bloquear créditos a Nicaragua, «hacen un panorama más que complejo para Ortega en el próximo período».