El papa Francisco ofició el domingo una misa especial del Jubileo dedicada a los presos, diciéndoles que todas las personas «han cometido errores» y les pidió no perder la esperanza en la misericordia de Dios.
Durante la misa en la Basílica de San Pedro, el pontífice instó a los líderes políticos de todo el mundo a respetar la dignidad de los reclusos y ofrecerles la amnistía siempre que sea posible.
Con vestimentas verdes y un solideo blanco, Francisco rezó ante una congregación de unos 1.000 presos provenientes de 12 países junto con sus familias, además de capellanes y voluntarios que trabajan en las cárceles. El evento es parte del Año Santo de la Misericordia, que culmina a fines de este mes.
«Hoy celebramos el Jubileo de la Misericordia para ustedes y con ustedes, nuestros hermanos y hermanas que están encarcelados», dijo el papa. Añadió que aunque quien viola la ley debe sufrir un castigo, «nunca se debe perder la esperanza».
«A veces, cierta hipocresía lleva a la gente a considerarlos a ustedes como simples malhechores para quienes la única respuesta debe ser la cárcel», expresó el pontífice durante la homilía.
«No se nos ocurre la posibilidad de que la gente puede cambiar sus vidas. Confiamos poco en la rehabilitación, pero al hacerlo se nos olvida que todos somos pecadores y con frecuencia, sin estar conscientes de ello, somos nosotros prisioneros también».
En su papado, Francisco ha dado prioridad a los llamados por más compasión hacia los más vulnerables, como los pobres, los enfermos, los ancianos, los migrantes y los presos. También ha pedido a los gobiernos del mundo considerar la posibilidad de decretar una amnistía para los presos, colocándolos en programas que sean una alternativa al encarcelamiento. Asimismo, los ha exhortado por lo menos a abolir la pena de muerte.
Antes de la llegada del papa a la basílica, varios de los asistentes ofrecieron sus testimonios, incluso personas halladas culpables de crímenes que reformaron sus vidas y una madre cuyo hijo fue asesinado y quien describió su camino por dejar atrás el odio y el rencor, al acercarse a los presos.
Francisco también retomó el domingo su tema favorito: su percepción de los peligros de seguir ciegamente al capitalismo y al individualismo.
«Hay veces en que estamos encerrados en nuestros propios prejuicios y esclavizados por la falsa sensación de bienestar. Hay veces en que nos estancamos en nuestras propias ideologías y rendimos tributo a las leyes del mercado aun cuando aplastan a otras personas. En esas ocasiones, nos encerramos detrás de las murallas del individualismo y de la autosuficiencia, privados de la verdad que nos emancipa», declaró.
A lado del altar había una estatua de María cargando al Niño Jesús, con una cadena rota en sus manos. Esa es «una cadena de esclavitud y encarcelamiento», dijo el papa.