Las extensas filas de vehículos que se estiran por las avenidas de Barquisimeto mientras los choferes esperan para llenar los tanques con gasolina, abruman a los citadinos. Por eso y por la urgencia de un carro que se mueve solo con el combustible de reserva, una buena parte de los barquisimetanos se está trasladando hacia las estaciones de servicio de carretera para abastecerse sin demorar más de 15 o 20 minutos.
Las gasolineras de Caseteja y El Cambural son las que mayor cantidad de clientes reciben últimamente. En la primera, ayer por la tarde, había una cola larga, pero que avanzaba con regular rapidez. Allí, de las seis personas consultadas al azar todas provenían de la capital larense y admitieron haber viajado hasta ese punto huyendo a la idea de pasar una hora o más en una cola y, también, porque habían cumplido un peregrinaje sin éxito en la metrópolis.
Maritza Sira, por ejemplo, ocupó toda la mañana en buscar gasolina y decidió salir de la ciudad frustrada por haber invertido tiempo fuera de una estación en El Ujano donde los conductores se formaban uno detrás de otro atrapados en la incertidumbre de que en un momento impreciso llegara la gandola con el combustible.
Trabajadores con horario de oficina emplean el final de la tarde para surtir, pero ahora pueden sufrir fiascos como el que le sucedió a Eliecer Viscaya. Después de aguardar 40 minutos en la avenida Bracamonte le notificaron que se había agotado el producto. Para evitar otro sinsabor se trasladó a Caseteja.
Para quienes dependen de los autos para alimentar a la familia, las fallas del suministro de gasolina adquieren un peso extraordinario. Lo prueban experiencias como la de Pedro Arrieche, trabajador de la cooperativa La Puerta. Después de recorrer por lo menos cinco estaciones el carro se apagó y solo por la bondad de un conocido que le regaló un poco de gasolina pudo encenderlo de nuevo. Encima, el trajinar le restó unas dos horas de trabajo.
El cambio en el movimiento de clientes lo reconoce el gerente de la estación Caseteja. Desde hace 10 días, aproximadamente, comenzó a notar que la demanda se acrecentó y que la mayoría de consumidores no eran viajeros que se movilizaban desde un estado a otro, sino larenses que retornaban a sus hogares una vez recargado el tanque.