Que un régimen comunista tenga que recostarse a la figura de un Papa solo evidencia su agonía. Y eso es precisamente lo que estamos viendo en los casos de Cuba y Venezuela donde se está enterrando el último bastión rojo del mundo occidental, el Castro-Chavismo. Fue esa misma cruz la que desalojó el comunismo de Europa hace menos de cuatro décadas. Y no hablo de fe, estoy hablando de poder político.
La mediación del Vaticano en el conflicto venezolano es una buena noticia para los que luchamos por libertad y democracia. Solamente el infantilismo político puede convertirlo en algo negativo. Hemos declarado y denunciado que estamos en dictadura, llamando al pueblo a rebelarse y pidiendo mediación internacional. En este sentido, la toma de Venezuela, el paro cívico del viernes pasado y el juicio político contra Nicolás Maduro, son iniciativas fundamentales y acertadas que son perfectamente compatibles con el inincio de una mesa de negociación avalada ya por el Papa Francisco.
El problema no es la mediación internacional y la negociación como ejercicio político, el problema ha sido de forma, por la poca pertinencia y transparencia con la que hasta ahora había manejado el tema el mal llamado G4 de la MUD. Es momento de ampliar y fortalecer la “Unidad Democrática” para que esté a la altura del compromiso histórico y sea más fuerte que cualquier conflicto interno de un partido y de cualquier cálculo personal.
El objetivo es el mismo en todos los escenarios de lucha, la búsqueda de una salida electoral a la crisis estructural y terminal que vivimos en Venezuela. Se trata de una polarización de pueblo contra tiranía, para alcanzar cuanto antes un cambio democrático que nos permita rescatar el país para bienestar de su gente. Es una lucha histórica, sin plazos ni vencimiento. Creer que será fácil y subestimar el poder del régimen, sería un error repetido. El secuestro institucional de la cúpula roja sobre las Fuerzas Armadas y el Poder Judicial,les permite gobernar en minoría y al margen de la constitución. Y es que no podemos decir que estamos en dictadura y creer que la cosa es fácil. Debemos erradicar el simplismo estratégico que solo ha servido para generar falsas expectativas y frustraciones. No hay fórmulas mágicas, ni el juicio político, ni la marcha a Miraflores, ni la nacionalidad del presidente, ni tampoco la mediación internacional, son soluciones automáticas. Tenemos que seguir resistiendo en unidad, entendiendo que todo suma y que al final se impondrá el pueblo.
La tarea que está pendiente es la de convertirnos en una verdadera alternativa de poder. Debemos prepararnos para ser gobierno y hacérselo saber a la gente y al mundo. No se trata solo de ponerle fin a un régimen autoritario y absolutista, que ya es suficientemente complejo, se trata también de rescatar a un país que está viviendo su peor crisis con una población empobrecida como nunca. Por lo pronto, colocarnos de “túa tú” con el régimen frente a una mediación internacional que incluye al Vaticano, solo demuestra la debilidad del gobierno y la fortaleza de la oposición. El cambio es inevitable pero es tarea de todos. La rebelión electoral comenzó.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.