Como líderes de iglesia, en ocasiones nos corresponde prestar o dirigir algún servicio luctuoso cuando un hermano muere o algún familiar cercano. Claro, si los mencionados familiares lo piden. Y, cuando lo solicitan, de entrada explicamos que todo lo que vamos a decir estará guiado por el manual de Dios: la SANTA BIBLIA. Y por supuesto, dirigida a los vivos, a los oyentes. “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido” Ecl.9:7.
Es un servicio muy triste, por cuanto tenemos que afrontar siempre el dolor y el llanto de los deudos. Y si son amigos nuestros, peor aún. Sin embargo, nos colocamos en manos de Dios y el Espíritu Santo da la fuerza y las Palabras que confortan, porque es la Verdad verdadera. Nos toca llevar fortaleza, fuerza y sobre todo esperanza a las personas que escuchan. El Señor nos insta a alentar a otros con dichas promesas y tenemos que hacerlo. “Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, … Por tanto alentaos unos a otros con estas palabras” 1Tesa.4:17,18.
Pero hay casos, donde, quienes salimos alentados, con el testimonio de vida del difunto somos los predicadores. Sobre todo, cuando nos hacemos sus amigos en el proceso de su enfermedad y guardamos la esperanza de su recuperación. Cuando conocemos sus vidas y la entrega sin medida a la voluntad de Dios en ellos. Y eso fue lo que me pasó con mi amigo Yonny Mujica en el sector Voz de Lara de Barquisimeto. Él, fue uno de esos personajes cuya vida desde niño tuvo plagada de numerosos eventos que desviaron su rumbo e hizo cosas indebidas que perjudicaron a otros. Me contó, que fue en la escuela precisamente a los 9 años su primera gran travesura con otros niños y de allí en adelante se cuentan muchísimas.
Las veces que lo visité en su pequeña habitación, me sentaba a su lado y le gustaba que le escuchara contar sus tropelías. Sus experiencias con el alcohol, las drogas, las peleas callejera y cuando estaba preso. A menudo, me hacía reír con sus ocurrencias. Y su tono de voz muy peculiar al hablar, a sus 66 años de edad, me enternecía. Aquello era una especie de terapia de arrepentimiento, por cuanto luego que le invitaba a abrir la Palabra de Dios y a hablar sobre ella, orábamos, lo cual aceptaba con todo el gusto del mundo. Pero, lo más extraordinario era, que no se enorgullecía de lo que había hecho con su vida y siempre repetía que estaba arrepentido.
Nadie, en este mundo, conviene escuchar del evangelio, orar a Dios y aceptar a Jesús como su Salvador personal a menos que el ESPIRITU SANTO lo mueva a ello. Y eso fue lo que sucedió con mi amigo Yonny. Estoy absolutamente convencido, que su arrepentimiento y su lamento por lo malo que había hecho. Su llanto y sus quejidos, fueron suficientes para que el Dios de amor, de perdón y de misericordia lo guardara en aquel horrible cementerio, para Salvación. Siempre me recordará al ladrón que murió con Jesús en el calvario, que al final de su existencia inteligentemente hizo la mejor decisión, se arrepitió. “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso” Luc 23:43. Mi amigo Yonny al final también hizo lo mismo. Pero su caso nos enseña, que es mejor aceptar a Jesús ahora y no esperar una contingencia dolorosa que nos golpee. Hasta el martes Dios mediante. Próximo título: «Lo que Dios ha unido…» [email protected]. William Amaro Gutiérrez