El crecimiento económico de un país se mide a través del comportamiento favorable de ciertas variables; el aumento en la producción de bienes y servicios (PIB), el mayor consumo de energía, la balanza comercial superavitaria, incrementos en el ahorro y en la inversión nacional, entre otros indicadores, señalan una tendencia hacia niveles superiores en una sociedad. De ellos, el PIB es la medida frecuentemente utilizada para determinar si un país ha ensanchado su base de bienestar colectivo, partiendo de la premisa de que a mayor valor de bienes y servicios producidos, mayor será el nivel de vida de la población, llegándose a precisar la prosperidad individual a través del cálculo del PIB per cápita, magnitud que se estima dividiendo el monto monetario de las actividades productivas entre el número de habitantes.
Se dice, entonces, que un país crece económicamente, cuando su PIB se amplía porcentualmente de un lapso para otro, el cual, usualmente, es el año. Ahora bien, es pertinente aclarar que la relación lineal PIB-bienestar social no es del todo cierta ya que existen países que aún habiendo logrado acrecentamientos en sus rentas, no experimentaron mejorías en su calidad de vida.
Conocido someramente el significado del PIB, ya podemos trazarnos como propósito el tratar de entender el desenvolvimiento negativo de nuestra economía, partiendo precisamente del comportamiento de esta categoría económica, y para ello, asumiendo un marco conceptual que explique las posibles causas de su constreñimiento durante 12 trimestres consecutivos; para esta finalidad, y excluyendo la dinámica petrolera, vamos a analizar algunos de los factores que influyen en el resultado del PIB y cuyos desempeños pudieran estar conspirando en su contra, esto, como producto de unas políticas económicas equivocadas. Veamos a groso modo, como el funcionamiento de las variables ahorro, acción empresarial-comercial, tecnología y factores de producción inciden en el fenómeno económico abordado.
Comenzando por el ahorro, sabemos que la propensión a ahorrar conlleva a mayores niveles de inversión, generándose con ello un efecto multiplicador en toda la economía; dicho proceso se realiza a través del sistema financiero el cual ofrece estos recursos para la ejecución de proyectos factibles de índole económico y social.
Acá en nuestro país la altísima inflación destruyó el poder adquisitivo real, imposibilitando el ahorro por parte de la población. En cuanto a la acción empresarial-comercial, cuando ésta se desarrolla sin trabas, se extiende la especialización en cada una de sus áreas de actuación conllevando a la expansión de los mercados, y éstos, a su vez, a más especialización; de esta manera, se crea un círculo virtuoso que acrecienta la renta nacional.
Éste no es precisamente el caso de nuestro país, ya que el sector productivo sufre todo tipo de control y de intervención que castra su función creadora.A bordando lo atinente a la tecnología, se tiene que a través de esta variable se mejoran los procesos de manufactura para alcanzar mayores niveles de productividad y de competitividad, aspectos por los cuales el gobierno nacional ha mostrado desprecio por considerar que son cualidades inherentes al “sistema capitalista”; de allí el rezago que en esta materia muestra nuestro país en relación con el resto del mundo. Por último, en referencia a los factores de producción (tierra, trabajo, capital, etc.), cuando se fomenta su uso para incrementar la creación de bienes y servicios, también se amplía la renta nacional. Lamentablemente, ya conocemos como el Estado constriñe el manejo de los recursos productivos en nuestro país como consecuencia de la tara ideológica que los orienta.
En resumidas cuentas, la caída drástica del ahorro, de la actividad empresarial-comercial, del desarrollo tecnológico y del uso de los factores de producción, explica en parte el terrible decrecimiento de nuestra renta nacional.
