Al hacer un análisis de lo que dejó la asamblea anual de propietarios de la Liga Profesional de Baloncesto, realizada entre el viernes 28 y el sábado 29 en el Hyatt Regency Hotel de Oranjestad, Aruba, se aprecia un giro hacia un nuevo concepto de lo que debe ser el funcionamiento de la liga tanto dentro como fuera de la cancha, vista la cantidad de modificaciones que se anunciaron.
En el aspecto netamente deportivo, extender el calendario regular a 54 partidos, reformular los playoffs con dos rondas jugadas bajo el formato de round robin y sólo la final con el formato al mejor de siete juegos y retornar a la vieja idea del Torneo Puros Criollos de pretemporada, amén de aplicar las sanciones y controles de la comisión técnica desde el propio arranque de los entrenamientos, son una evidencia de cambios.
Del mismo modo, fuera de la cancha, un nuevo orden de pensamiento llega a la presidencia de la junta directiva con Ruffo Jhon (Bucaneros de La Guaira) y Jorge Hernández (Guaros de Lara) en sustitución de uno de los miembros de mayor tiempo en la liga como Germán Blanco Romero (Trotamundos).
Si a eso se suma la desaparición de la figura de presidente ejecutivo que ejercía Rolando Urdaneta y la implementación de la gerencia general con Betzabé Cabello a cargo en una situación de coordinación de operaciones y logística y de supervisión del trabajo de la comisión técnica, se nota un deseo de “reorganizar” y “replantearse” cosas.
El acercamiento con la Federación Venezolana de Baloncesto (FVB), aunque sin cumplir con su deseo de una reducción en la cuota de jugadores importados por franquicia, al menos presenta cimientos para construir puentes de entendimiento en temas afines como calendario de competencia, pertinencia de los torneos, desarrollo de talentos, entre otras.
Sin embargo, y esto fue dicho en la asamblea, las cosas no pueden quedarse sólo en palabras y discurso. La Liga Especial (LEB), que hasta 2011 se jugó como sub23 y que es el argumento que utiliza la LPB para no reducir su cuota de importados, va a tener un salto de un año en su realización, cuando es de allí de donde debe forjarse una sólida camada de talentos criollos.
Si es cierto que la LPB se plantea crecer en un futuro cercano y que existan condiciones para una expansión, la LEB debe jugarse siempre y no, como pasó este año, en el cual se incumplió con lo anunciado. Si la fecha es agosto de 2013, deben empezar a sentarse las bases económicas, logísticas y deportivas para que esto sea así.
Que la LPB sea concebida como una marca y sus franquicias generan más ingresos para afianzar lo logrado en asistencia y cobertura comunicacional a través de distinas plataformas, pasa también porque su promesa de sacar la violencia de los escenarios y hacer actividades de responsabilidad social. Eso le dará la ansiada –y debida- trascendencia.
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