Resistencia cívica es lo que viene ejerciendo la oposición democrática venezolana desde hace casi 17 años, cuando un grupo de valientes “Mujeres por la libertad” lanzó aquella consigna “con mis hijos no te metas”; y efectivamente frenó una de las primeras iniciativas ideológicas del “proyecto”.
Durante todo este tiempo un creciente número de ciudadanos ha venido empecinadamente resistiendo, contra viento y marea, que aquí se imponga un modelo neocomunista de inspiración totalitaria, intolerante y excluyente.
Por el camino se han cometido costosos errores, entre ellos la masiva abstención electoral parlamentaria de 2005, que entregó al régimen el control absoluto sobre los demás poderes del Estado. Abstención es convalidación en la práctica.
Sin embargo, la masa que se resiste al proyecto hegemónico socialista cívico-militar ha ido aprendiendo y aumentando sin cesar, a la par que los partidarios de la tiranía disminuyen: El régimen difícilmente ganó un solo adepto desinteresado en los últimos 15 años.
La imposición del neo-comunismo aquí ha sido frenada en muy buena medida: Después de 17 interminables años el país está hoy tremendamente depauperado y degradado frente a lo que antes fue, pero dista sideralmente de aquella Cuba que tanto alardean unos para espanto de otros.
Hoy, sin líderes verdaderos ni recursos que sustenten un experimento inviable aún con petróleo a 100, es cuando menos se podrán consolidar los objetivos totalitarios.
Esa misma resistencia cívica – recurso básico de una población desarmada que debe sobrevivir para poder triunfar – ha convertido a la oposición democrática venezolana en mayoría absoluta, que ha encontrado en el complejo y difícil proceso revocatorio un instrumento idóneo, pacífico, constitucional y democrático para tratar de reencausar la lucha política por canales civilizados.
No es de extrañar que poderes del Estado intenten obstruir el proceso. Quién hace la ley hace la trampa, y a fin de cuentas el revocatorio es invento del difunto mandatario. Lo harían con una Constituyente; y no olvidemos que el famoso artículo 350 fue diseñado por militares y para militares.
La ruta del revocatorio sigue siendo la opción más viable y aceptada – conveniente aún para los adherentes de buena fe que aún le quedan al recuerdo del fenecido caudillo.
Saltaría el diablo si en un arrebato de insensata irresponsabilidad los poderes fácticos llegasen a arrancar la minúscula y débil hoja de parra “democrática” que aún cubre la desnudez de un sistema fracasado. Porque al fin del cuento, lo que es igual, no es trampa.
Antonio A. Herrera-Vaillant