Tres versos del poema Palabra Cierta, de Adhely Rivero, podrían guiarnos para resumir su poética: “Si me abandona la poesía /y la lengua que me cobija/ solo Dios sabrá de mi vida”. La poesía salva a quien a ella acude, atento a sus resonancias para escribirla; leyéndola u oyéndola como si se tratara de un acto íntimo aunque sea de todos. Posibilidad que alienta en tiempos como éstos, cuando es relativamente fácil sentirse impotente ante tanto extravío y la palabra cotidiana ha perdido autenticidad y calidez, por servir de moneda para mentir al nombrar lo que no existe y ocultar la realidad.
Si se mira bien la función cumplida por la poesía en las diversas lenguas y sociedades, advertiremos que ha sido y sigue siéndolo, vía para salvar la capacidad simbólica del lenguaje es recrearlo mediante la resonancia poética y literaria. La primera contiene a la segunda pero no siempre a la inversa. Fundar mundos fue en los orígenes un asunto de verbo que enciende la llama para iluminar el paso del ser humano que lo recorre. Recuperarlos, del poeta que los recorre con la llama encendida.
Que se pueda trasmutar la narrativa oral del llano en la esencia del contenido poético que la atraviesa, es posible si se tiene claro al rescribirlo como quien escribe, en la corteza de un árbol un mensaje de amor. No de otra manera pueden leerse los “Poemas queridos”, último libro de Adhely Rivero, cuya temática está presente en las historias esenciales que a lo largo de su vida le han “hablado”, a través de cuentos populares o familiares, crónicas y anécdotas y que nos las devuelve transformadas en poesía, gracias al trabajo sobre el lenguaje.
No ha sido fácil me imagino, para un poeta llanero, dada la creación de un gusto mediático a través de la proliferación de canciones y cantantes previsibles, en la enumeración de una naturaleza, que a veces agota por el exceso o por la carestía. Enumeración que incluye atributos y comparaciones estereotipadas entre el llano y los seres que la habitan o asuntos importantes como el amor y la pérdida del mismo, las rígidas maneras de concebir lo viril y lo femenino, que en lugar de armonizar, lo contraponen. Y hasta la forma de cantar, en la vieja tradición de hacer concesión a las disqueras, en remedo comercial de la voz lanzada al viento, en un mundo tan extenso, silencioso y solitario como lo es el llano.
Creo que en mí existen cuatro elementos primordiales para hacer un poema, nos dice Adhely Rivero —poeta barinés— “La soledad, el desarraigo, las historias esenciales y la cultura.” La soledad arraigada en la memoria, le guía en su vida de citadino: “Por eso cuando quiero escribir, lo primero que me propongo es sentirme solo en el mundo y escribo de noche. Tarde en la noche”. Su memoria, es la casa que alberga sus orígenes para recuperar el paisaje, el río, el pueblo, la lluvia o la sequía; los animales y la gente.
El habla común, la voz de la gente de Arismendi o la de la madre en la cocina, le entregan lo que a la manera de un arqueólogo que es a su vez oidor atento, descifra para encontrar la poesía, los versos que saltan como chispas desde el fuego de la conversa: “Lo que acerca a Dios/No lo apartes/Cantaba mi madre.”La cultura se trasvasa en la lengua que le entrega el anclaje para compartir mostrando, “…lo que se vive y lo que uno es”.
Hoy viernes 7 a las diez, nos llega una mañana de poesía en la hermosa casa que sirve de sede al bufete SVMPG a un costado de la plaza Lara y de la iglesia. El bautizo de “Poemas queridos”, libro bilingüe en castellano e italiano, nos permitirá ser anfitriones de la poesía de Adhely Rivero y los poetas invitados, de la palabra que funda y no destruye, acompañados por la hermosa y novedosa interpretación de Mafer Bandola. Palabra y música, siguen siendo aliadas desde tiempos inmemoriales, para convocar a quienes cuidan el alma mientras sueñan un mundo mejor.