Cada vez que Wilmer Ruperti sale a la palestra y su nombre es precedido del título de empresario pongo seriamente en duda la capacidad que tiene el periodismo de etiquetar la realidad. Posiblemente se le diga empresario a falta de otra categoría.
Punto previo. Conviene aclarar qué entiendo por empresario: pienso en un venezolano cuya apuesta está producir en el país y para el país, pienso en esos legítimos, fajados (ó fajadas) con un negocio o una fábrica, enfrentando a constantes auditorías oficiales, a los controles de precios y de cambio, bajo el permanente acoso verbal del régimen para aquellos que invierten en Venezuela.
Sin embargo, la realidad no es sólo lo que en verdad es, sino que también la realidad termina siendo lo que tenemos capacidad de narrar, de contar, de establecer. Le invito a que haga el ejercicio de poner el nombre de Wilmer Ruperti en Google, como lo he hecho yo, y verá que lo primero que sale a la vista es una biografía diríamos hecha ad hoc en Wikipedia.
Le ahorro la búsqueda, en Wikipedia se presenta a Ruperti de esta forma: Wilmer Ruperti (7 de diciembre de 1959) es un empresario, inversionista y magnate del transporte marítimo venezolano, fundador, presidente y Director ejecutivo de Global Ship Management, compañía naviera líder en el transporte petrolero en Venezuela, que posee contratos con Pdvsa, para la distribución del crudo en el resto de Latinoamérica.
Igualmente es el único accionista y presidente del Canal I, televisora en la cual invirtió 21 millones de dólares para reorganizarla e impulsarla, convirtiéndola en un canal dedicado al entretenimiento y dirigido a audiencias generales, aunque conservando sus espacios de opinión e información.
Los seis párrafos que Wikipedia le concede a la biografía de Ruperti concluyen así: Ruperti ha sido distinguido con la Orden del Libertador, impuesta por el propio Hugo Rafael Chávez Frías, por sus servicios a la patria y es considerado como uno de los mayores empresarios y emprendedores venezolanos.
Tengo en mi cabeza varias noticias relacionadas con Ruperti, en ninguna de ellas lo veo como un empresario y/o emprendedor.
La más reciente, es vox populi en estos días. Según el prestigioso diario estadounidense The Wall Street Journal es Ruperti quien, presuntamente, financia la costosa defensa de los sobrinos de la pareja presidencial en la corte de Estados Unidos, en las que se le juzga por narcotráfico.
No es cosa que éste magnate, como le llama Wikipedia, esté dedicado a la filantropía. Lo dudo.
Lo que acaba de hacer Ruperti, según la información recabada por The Wall Street Journal, es una de esas jugadas que lo han distinguido, está pagando un favor o se está ganando un favor a futuro.
No hay que ir muy lejos. El Estímulo reprodujo el 24 de septiembre la siguiente información: Pdvsa otorgó un contrato para el acondicionamiento, manejo y desalojo de 12 millones de toneladas métricas del producto a la empresa Maroil Trading Inc. Es fácil adivinar de quién es ésta empresa: sí, de Ruperti. La operación será de unos 138 millones de dólares.
Si se va un poco más atrás, en un país de memoria frágil, Ruperti aparece prestando su casa y siendo parte de la emboscada que le montaron al dirigente de Primero Justicia, Juan Carlos Caldera. En aquel caso, una verdadera trampa cazabobos, Caldera termina recibiendo una bolsa con dinero que no sólo lo lesionaba a él sino que pretendía perjudicar la campaña electoral de Henrique Capriles en 2012.
Si se va un poco más adelante en el tiempo de nuevo está en la palestra Ruperti, ésta vez se presenta, notablemente bebido, por la señal del Canal I, adelantando resultados electorales en las presidenciales de abril de 2013, en las que el Consejo Nacional Electoral declaró ganador a Nicolás Maduro.
En ninguna de estas tres apariciones del nombre de Ruperti lo veo como empresario. Es tal vez el hombre resteado en el momento indicado, y eso obviamente se recompensa. Eso ya lo demostró durante el paro petrolero de 2002-2003, cuando se la jugó para mantener operativo el traslado de combustible de Pdvsa.