En la producción televisiva de Woody Allen «Crisis in Six Scenes», el guionista le falló al director, que tampoco se lució. Y el protagonista parece distante, en otra cosa.
La palabra «crisis» encaja bien en esta fallida producción escrita, dirigida y protagonizada por Allen.
Amazon dio un gran golpe en enero del 2015 al anunciar que el cineasta había aceptado hacer un programa en su nuevo sitio de streaming, no las más establecidas Netflix o HBO.
¡Qué emoción! El legendario Woody, que escribe sus guiones en una máquina de escribir portátil y dijo que ni sabía lo que era un portal de streaming, iba a incursionar en la era digital bien entrado en los 70.
El panorama se oscureció pocos meses después, cuando Allen le dijo a Deadline.com que le estaba costando hacer la serie y que «cada segundo que pasa lamentaba más» haber asumido ese compromiso.
Los televidentes tal vez si tienen también un poco frustrados al ver el fruto de su trabajo, seis episodios de media hora.
Seguramente la serie va a atraer a los fanáticos de Allen, esos que no solo defienden sus mejores trabajos sino también los esfuerzos fallidos («A Rational Man», «Whatever Works» o «September»).
También puede atraer a los admiradores de Miley Cyrus, a pesar de que aparece totalmente vestida en el personaje de Lennie Dale, una revolucionaria marxista perteneciente a un Ejército de Liberación Constitucional que fue apresada por volar una oficina de reclutamiento de soldados.
La serie puede servir como recordatorio de los turbulentos años 60.
Allen interpreta a Sid Munsinger, un quejoso novelista de relativo éxito que, en el otoño de su vida, quiere producir un gran éxito a partir de una comedia. La maravillosa Elaine May hace de la esposa de Sid, una consejera matrimonial.
Una noche, de la nada aparece Lennie en la puerta de su casa suburbana. Se había escapado de la cárcel y era perseguida por las autoridades. Ante el horror de Sid, Kay decide darle refugio.
La serie gira en torno a dos elementos centrales:
— El temor de Sid (expresado por Allen en piloto automático) de que él y su esposa van a terminar presos por ayudar a esta mujer,
— El impacto que tienen los puntos de vista radicales de esta muchacha en esta pareja de liberales cuyo mundo ha trastornado.
Lo más rescatable de la serie tal vez sea la dialéctica de las discusiones entre los que dicen que «hay que romper algunos huevos para hacer un omelet» (Lennie) y quienes, sobre todo Sid, afirman que le mejor forma de conseguir paz y justicia social es trabajando desde adentro del sistema (aunque ellos no lo hacen muy a menudo).
Secuencia tras secuencia distintos personajes insisten en estos aspectos.
Por ejemplo, en su habitación, Kay le dice a Sid, «Nos quejamos de la guerra (en Vietnam). Hablamos de la desigualdad de los negros, de las desigualdades sociales. Pero ¿qué hacemos al respecto?».
«¡No colocamos bombas! ¡No estamos a los tiros!», responde Sid. «¡VOTAMOS!».
Kate, no obstante, le recuerda que «no has votado en las últimas seis elecciones».
Sid: «¡Cierto! ¿Qué quieres decir con ello?».
Medio siglo después el mismo debate persiste: ¿cuál es la mejor forma de promover los cambios sociales? Pero, como diría Lennie, hablar no cuesta nada. «Crisis» necesita más acción, depende demasiado del diálogo. Y no es divertida. Escasean las salidas típicas de Allen.