José Gerardo nació en un pueblito de montaña llamado Volcancito y desde niño sintió la soledad del frío que lo arropaba con su vestido verde y sombrero de lluvias con turpiales huidos. Imaginaba que detrás de los arboles más altos existía un castillo habitado por un rey poderoso rodeado de personas que lo cuidaban de la maldad y de la aceitosa nostalgia sin recuerdos que asomaba en los ojos tristes de sus tías y madrinas de edad congelada en arrugas sin tiempo.
Un día decidió bajar de la montaña para buscar el camino y las llaves secretas que le permitieran entrar al castillo del rey desconocido. Con el ánimo y la voluntad de los soldados de la esperanza aprendió primero a trabajar que a jugar y con esfuerzo fue construyendo su propio espacio laboral sin jefes ni ganancias fijas, la vida era una aventura y él no tuvo miedo de afrontarla armado únicamente con su inteligencia y con su empeño.
“A muchachito pa trabajador” le decían los viejos de la vecindad, “el solito se está ganando el porvenir” y José Gerardo escuchaba y más se empeñaba en buscar el camino hacia las llaves secretas, convirtió el tiempo de su infancia y juventud en un ir y venir haciendo cosas, no paraba en el constante trajinar y poco a poco su nombre se fue haciendo emblema de constancia y éxito.
Fue creciendo en tamaño, edad, experiencia y sus negocios y empresas florecieron producto de la constante brega cotidiana. Su reputación como comerciante atravesó fronteras locales y buscando nuevos horizontes fue a otros países para consolidar sus espacios comerciales.
Pero José Gerardo nunca olvidó su primer sueño de encontrar las llaves para entrar al castillo del Rey de Volcancito, en todo momento mantenía en su mente el deseo de descubrir el lugar donde se triunfaba totalmente sobre la soledad. Un día regresó a su pueblo natal y dispuso que haría una gran reunión para celebrar su cumpleaños. Tomó un lápiz y en compañía de sus hijos comenzó a anotar los nombres de todas aquellas personas de su afecto que a lo largo de su vida le habían demostrado su cariño y solidaridad.
Cuando llevaban doce horas de escribir nombres y dos resmas de papel uno de sus hijos le pregunto: Papá, y ¿dónde vas a meter tanta gente… ya llevamos varios centenares de amigos tuyos y apenas vamos por la letra D..?
José Gerardo se quedó pensando y en verdad no conocía una sala de festejos que pudiera albergar a tantos amigos que tenía. Entonces uno de sus nietos dijo: “Será en la montaña, en la montaña caben todos”. Así, deslumbrado por las palabras de su nieto descubrió que había encontrado las llaves del castillo, la amistad, que tenia tantos amigos que podía llenar con ellos el espacio de la montaña que tenía enfrente.
Descubrió que el mismo era el Rey de Volcancito porque tenía millares de amigos que lo defendían de la soledad. Esa noche dijo antes de dormir, yo soy El Niño que venció a la Montaña, descubrí el secreto de la vida y de la de la felicidad, tener amigos, yo tengo tantos amigos como árboles tiene la montaña de Volcancito.
José Gerardo, el niño hombre, el niño guerrero, el niño soñador, escribió un libro para dar testimonio de cómo encontró el camino y las llaves secretas que llevan hasta el Castillo donde habita el Rey de Volcancito, No dejen de leerlo.