Cuentan que un día, muy temprano, salió a pescar una persona con mucho ánimo y contento, ya que presentía que pescaría mucho.
Tenía todas las condiciones perfectas para hacer una gran pesca. Se monta en su bote, comenzó a remar y llegando no muy lejos de la orilla, allí lanzó el ancla. Prepara el hilo, prepara la carnada, pero antes de comenzar a pescar se puso en pie y comenzó a hacer una oración a Dios dando gracias por un día tan precioso y declarando la gran pesca de ese día.
Acto seguido, comenzó a pescar. Mientras el pescaba, a pocos metros de distancia había un hombre observándolo con mucha atención. Este notaba que cuando el pescador cogía un pez, lo medía y decía: “¡Este mide 15 centímetros!”. Lo sacaba y lo colocaba en una cesta donde acomodaría toda la pesca del día, y continuaba pescando. Luego saca otro pez y haciendo lo mismo dijo: “Este mide 16 cm”. Lo echa en la cesta y continúa su pesca.
El observador nota que el próximo pez que el pescador saca era bien grande, más del triple de los que había sacado anteriormente, y se sorprende cuando le oye decir: “Este mide mucho”, al tiempo que lo devuelve al agua.
Este patrón fue repetido en varias ocasiones, lo que llamó la atención de tal manera al observador, quien decidido, comenzó a remar acercándose sutilmente al bote. Saludando al pescador, le pregunta: “He visto que ha tenido muy buena pesca, pero he notado que los peces bien grandes los devuelve al agua. ¿Por qué siendo tan grandes los devuelve y no hace esto con los de menor tamaño?
El pescador contestó: “Lo que sucede es que los peces grandes no caben en mi sartén ¡solo mide 16 centímetros!”.
A veces pedimos a Dios grandes bendiciones y no estamos preparados para recibir todo lo bueno que Él tiene para nosotros. Debemos expandir nuestra mente para poder recibir las cosas grandes que Dios nos tiene preparadas. Hay tantas bendiciones rodeándonos cada día, pero muchas veces nuestra mente, corazón y disposición se encuentran limitadas para recibirlas. Como lo expresa un gran pensador: «No oren por vidas fáciles. Oren por ser personas fuertes. No oren por tareas iguales a sus capacidades. Oren por capacidades iguales a sus tareas».
¿Cuánto mide tu sartén?, ¿Cómo estás ampliando tus capacidades?, ¿Qué oportunidades estás perdiendo por no estar preparado?, ¿Qué cosas vislumbras en el futuro para las cuales debes comenzar a prepararte?.
Ensancha tu mente
El profeta Isaías hablando al pueblo de Israel les alerta sobre este principio, si viene una bendición de Dios debemos estar preparados. Por ello les dice: “Agranda tu casa; construye una ampliación. Extiende tu hogar y no repares en gastos” (Isa 54:2 NTV).
El reto es expander nuestra mente, a reconocer que Dios coloca desafíos delante de no-sotros para hacernos mejor. No da cargas que no podamos llevar. Antes bien, si trae una carga es para hacernos más fuertes y, una vez que hemos superado el desafío, debemos recordar que el próximo es superior. Quiere llevarnos a nuevos niveles.
Albert Einstein observó que «los problemas significativos que afrontamos no pueden solucionarse en el mismo nivel de pensamiento en el que estábamos cuando los creamos». Dios está buscando hombres y mujeres dispuestos a crecer, determinados a agrandar y ampliar su mente, para entregarles desafíos mayores, en medio de un mundo que cada día se vuelve más complejo.
No podemos llegar a ser lo que debemos permaneciendo donde estamos. A las personas no les gustan los cambios. Sin embargo, es la única cosa que produce crecimiento. No hay nada tan permanente como el cambio. Toda la gente quiere cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo. Ame el cambio y el cambio lo transformará.
La negligencia y la apatía son perversidad
Jesús habla acerca de un hacendado que entregó grandes cantidades de oro a tres de sus empleados más cercanos. Para ser invertidas, a uno le entregó cinco mil monedas, a otro tres mil y a otro mil. Lo hizo de acuerdo a sus capacidades. Estas capacidades eran diferentes en cada uno de ellos. Lo interesante es que las mismas crecieron o decrecieron de acuerdo a la disposición de riesgo de cada uno de los que recibieron la fortuna. Es de notar que al empleado que no estuvo dispuesto a arriesgar e ir en busca de cambios y mayores desafíos le reprende diciendo: “Pero el amo respondió: ¡Siervo perverso y perezoso! Si sabías que cosechaba lo que no sembré y recogía lo que no cultivé, ¿por qué no depositaste mi dinero en el banco? Al menos hubiera podido obtener algún interés de él”. Entonces ordenó: “Quítenle el dinero a este siervo y dénselo al que tiene las diez bolsas de plata” (Mateo 25:26-28).
Para Dios, la negligencia, la apatía y la resistencia a la búsqueda de progreso, son actitudes perversas. Muchas veces comprendemos que se trate de pereza, pero ¿alguna vez ha visto toda la maldad que esconde la negligencia y la apatía? Son perversas, ya que conducen al deterioro, a la pérdida de todo aquello que hemos recibido, a perder la dignidad propia y alejarnos de ser co-creadores junto con Dios de todas las cosas que Él desea hacer en este mundo.
Esfuérzate y Hazlo.
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