Desde hace más de medio siglo, la capital larense ha ido desarrollándose con un patrón de informalidad urbana, es decir, a partir de invasiones u ocupaciones ilegales que, además de desorden, generan zonas vulnerables a tragedias como la ocurrida la madrugada de este sábado, en la Circunvalación Norte, en el sector conocido como Colinas de San Lorenzo, donde una gandola impactó contra una vivienda y murió una adolescente de 15 años.
Esa comunidad comenzó a poblarse en 2006, cuando se inició la construcción de la autopista. Después de varias protestas, los invasores apoyados en su necesidad de tener una vivienda se establecieron en una zona calificada como no apta porque, entre otros factores, las casas ni siquiera están a los 80 metros de distancia del eje de la vía reglamentarios para construir en terrenos habitables, tal como lo explicó el integrante de la comisión de infraestructura del Colegio de Ingenieros del Estado Lara, Sergio Borgel.
En estos casos la necesidad se impone sobre lo racional. Así lo reconoció Juan Sivira, el padre de la muchacha fallecida. Él, rememoró, cuando comenzó a formar su familia quiso tener un techo propio para no “vivir arrimados” y sus recursos solo le permitieron comprar el terreno de la Circunvalación. Está consciente de que vive en una zona vulnerable a accidentes, pero no se imaginó que realmente una tragedia de magnitud pudiera suceder y mucho menos afectarlo directamente. “Uno no tiene esa mente mala”, dijo, luego del accidente que le arrebató a uno de sus nueve hijos.
“La necesidad de la gente los obliga a ocupar esos espacios porque el Estado ha sido incapaz de orientar al ciudadano y controlar ese crecimiento informal y el caso de la Circunvalación es la muestra dramática, trágica, de una situación de este tipo. Una población ubicada prácticamente sobre la vía, por supuesto, está expuesta a accidentes. Cualquier vehículo que se salga de la vía puede colisionar con las viviendas”, amplió el experto.
Esta situación se repite en otros puntos como la avenida Ribereña y en zonas con canales naturales de agua, razón por la cual no es inusual que existan deslizamientos, inundaciones, pérdidas materiales y humanas, producto de esta modalidad de crecimiento desorganizado de la ciudad.
Por eso, urge revisar los reglamentos urbanos y adaptarlos a las nuevas realidades para permitirle al ciudadano vivir con calidad de vida, “no a orilla de una carretera esperando que una gandola se los lleve por delante”, tajó Borgel.