“Luego de todas las expectativas planteadas, el tiempo para la convocatoria, toda la organización y la indignación de la gente… se desperdició todo el capital político”, me dijo un eterno combatiente y resentido del teclado, molestó porque no repartieron el lote de armas que, según el gobierno, tenía escondida la oposición, porque no convirtieron la masiva manifestación en una masacre y porque no aparecieron los marines, lanzándose en rapel desde los helicópteros, que supuestamente había movilizado el Comando Sur.
La realidad es que la oposición cumplió con los objetivos planteados, movilizó a la sociedad venezolana y demostró que con organización se puede poner contra la pared al gobierno que, como de costumbre, quedó como aquel emperador que nadie veía desnudo por temor a las represalias del Sebin del reino, aunque al final la verdad saliera a la luz a pesar de las manipulaciones goebbelianas propias de los regímenes totalitarios (aún me refiero al cuento danés).
Es que por mucho que se esforzaron por vender a la oposición como violenta, por mucho que “invitaron” a salir bajo amenazas a periodistas y corresponsales extranjeros, por mucho que militarizaron la ciudad y la llenaron de contingentes armados hasta los dientes, por mucho que trancaron las estaciones del Metro para imposibilitar que la multitud se trasladara, por mucho que cerraron los accesos a Caracas y que pusieron alcabalas que retrasaran la llegada de un grupo de indígenas, unos valientes con discapacidad y un cura de pueblo, la gente salió a las calles para tomar, por los cuatro costados, la ciudad.
Con mis pertrechos
Se ratificó lo que decían todas las encuestas: que hay una mayoría evidente que quiere salir de esta desgracia; que nadie se come el cuento de la guerra económica, de la invasión gringa, de los dirigentes políticos explosivistas, de unos paramilitares que montaron un campamento a 500 metros de Miraflores y que todo ese gamelote seco solo sirve para alimentar a una recua.
Los venezolanos estamos dispuestos a despachar políticamente a un régimen troglodita, minoritario y que se deslegitima a diario, a pesar de los obstáculos de las comadres del CNE, las trabas del pusilánime TSJ y las propuestas leguleyas de los salta talanqueras de oficio, y si no creen pregúntenle a los habitantes de Villa Rosa, en la isla de Margarita, que sin miedo encararon y terminaron de sacar de sus cabales (está como el de las camisas voladoras) a un descocado y desubicado al que solo le quedó agredir a una indefensa mujer porque atentaba contra su gordinflona humanidad presidencial con una cacerola vacía.
Los radicales que llaman a dejar la sangre y convertir al país en un camposanto; esos que no marchan porque no se prestan al juego y las traiciones de la MUD; esos que se encuentran en la reserva hasta que surja un nuevo liderazgo que piensan como ellos; esos que expulsan la bilis mientras planifican (asilo incluido) lo que consideran la única salida válida: Maiquetía; esos que no convocan a nadie (mucho menos a un millón) para tomar por asalto a Miraflores; esos se quedaron con los crespos hechos.
Por eso es que no vuelvo a salir a explicarle a los necios que las aventuras con armas solo tienen finales felices cuando firmas los acuerdos de paz con la sangre de tus familiares y compatriotas, mientras tanto ya alisté mis pertrechos ciudadanos porque yo sí formaré parte de los que reconstruiremos a Venezuela.
Llueve… pero escampa