En Venezuela se ha hecho un lugar común la adicción de los ciudadanos, desde muy temprana edad, a los medios de comunicación en sus diferentes expresiones, a objeto de hacerle seguimiento a las noticias del día, la música, películas, novelas, o cualquier otra modalidad informativa.
Así tenemos como a lo largo y ancho del país existe una enorme cantidad de periódicos diarios, vespertinos, semanarios, así como numerosas emisoras de Radio (AM y FM), algunas afiliadas a circuitos radiales y también una buena red de canales de televisión nacionales y regionales.
Pues bien, con el arribo al poder del régimen socialista todo el escenario se ha ido trastocando, con el descabellado propósito de establecer una hegemonía comunicacional que incluye el monopolio de los medios, convertidos en cajas de resonancia del proceso revolucionario y sus adláteres.
Sin embargo, con el marcado sesgo como son manejados esos medios, la incapacidad de quienes los dirigen, la pésima calidad y creatividad de su programación, la carencia de talentos, moderadores y presentadores, periodistas y reporteros gráficos, no les ha permitido ser competitivos y mucho menos posesionarse en el público.
De acuerdo con la circunstancia planteada y la desmedida y ambiciosa pretensión comunicacional del régimen, decidieron recurrir a la presión a los medios radioeléctricos a través de las interminables cadenas de radio y televisión, especie de pesadilla que les ha tocado vivir a los adictos a los medios.
En lo relativo a los medios impresos, el gobierno creó la Corporación Maneiro, a fin de monopolizar las divisas necesarias para la importación de los insumos requeridos tales como: papel, tinta, planchas, y de esa manera utilizar a este organismo como un ente contralor del contenido informativo.
En lo que se refiere a los medios radioeléctricos, están adscritos a un organismo conocido como Conatel, el cual maneja el otorgamiento, vigencia y renovación de las concesiones o permisos de funcionamiento, y aunque su misión es la de ejercer una asesoría técnica y de orientación en el cumplimiento de la Ley Resorte, en la práctica eso se ha tergiversado y actúa, además, como un ente al servicio del control y censura oficial.
Si bien el Gobierno está facultado por la Ley Resorte para disfrutar de este beneficio, en el pasado siempre fue utilizado de forma “discrecional” y siempre para dar a conocer asuntos de interés nacional, como la Memoria y Cuenta del Ejecutivo Nacional, la inauguración de obras públicas, celebración de fechas patrias, visitas de personajes importantes, siendo estas cadenas por demás esporádicas y de muy corta duración.
No obstante, a pesar del rechazo casi “unánime” de parte de la población, el gobierno insiste en esa obstinada práctica de las cadenas, la mayoría de ellas sin ningún contenido de importancia, ocupando durante largas horas el espectro radioeléctrico, con el sesgado propósito de trasmitir arengas y propaganda política, desacreditar a los sectores de la oposición, y a veces utilizando un lenguaje soez y atrevido, en horarios restringidos a niños y adolescentes.
Nos encontramos ante una dicotomía difícil de solucionar en el corto plazo, puesto que uno de los soportes estratégicos del proceso revolucionario es la divulgación de propaganda política a través de los medios, y a pesar del monopolio de muchos de estos por parte del oficialismo, los mismos carecen de ascendencia en el público; por lo tanto continuaran recurriendo a las oprobiosas e insípidas cadenas. Valor y pa´lante.