Una nueva manifestación, tan pacifica, variopinta, multitudinaria y contundente como las miles de marchas y concentraciones que la oposición venezolana ha desarrollado a lo largo de los últimos 18 años en contra del gobierno de Chávez antes, y en contra del gobierno de Maduro hoy. Otra de las características de las manifestaciones opositoras, como la del 1 de Septiembre de este 2.016, ha sido el entusiasmo y la esperanza de la gente que participa en ellas, todas absortas en el anhelo de lograr un cambio de rumbo político, social y económico para el país. Sin embargo, por estos tiempos pareciera que las manifestaciones de este tipo ya no surten el efecto esperado, la sociedad crea una expectativa quizás sobrevalorada sobre este tipo de actividades que al final conllevan a acumular más frustraciones en una sociedad que reclama medidas de emergencia para atajar las graves y dramáticas circunstancias por las que atraviesa. No es poca cosa, hay hambre en el país, es común ver por las calles o en centros comerciales a personas hurgando entre la basura para buscar sobras que poder comer.
Además de eso, el drama de la escasez de medicamentos e insumos médicos que somete a una parte de la población, quizás a la más vulnerable, a vivir una pesadilla en esta república petrolera. Y qué decir de los altos índices de inseguridad social y jurídica, que ubica a Venezuela como uno de los países más peligrosos del mundo. El gobierno, como siempre, busca descalificar, mentir y disfrazar la verdad y pareciera que del otro lado siempre le pisan el peine. Ya sabemos todas sus trampas, conocemos el modus operandi del gobierno, no es algo nuevo, tanto el libreto como los actores son repetidos en este culebrón. Mientras, el descontento crece en el corazón de los venezolanos quienes han optado, como mejor solución para resolver sus problemas, irse del país y hacer, o rehacer, sus vidas lejos de este laberinto en el cual nos encontramos. Ese descontento, y ese miedo, puede palparse en la indiferencia de mucha gente que adversa al gobierno pero que tampoco le apuesta una locha a la MUD. Algunos cuestionan: ¿cómo pedirle a los ciudadanos que apuesten por el cambio que prometen los partidos opositores, si a lo largo de todos estos años, no han sabido capitalizar ese descontento y el abrumador rechazo que hoy día carga como una cruz el gobierno? Sin embargo, no hay otra ruta de escape, nos encontramos frente a dos caminos, una bifurcación, dos senderos, uno más difícil y encumbrado que el otro, pero sin la opción de ir hacia atrás, y es que no hay manera de mover el reloj en reversa, de recuperar algo de estos 18 años; no se gana nada con imaginar que todo ha sido una pesadilla y que es la hora de despertar. Los grandes cambios no se conquistan con lágrimas sino con sangre, y quizás aún nos falta camino que andar en la ruta del cambio verdadero, real y tangible.
Pedro D. Túa
Al 01/09/2016
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