La incertidumbre vestida de luto se pasea de la calle a las almohadas.
Tratamos de espantar la mosca del pesimismo con abanicos de una mejor historia, recuerdos de una época benigna, viajes, fiestas, excesos, procrastinación caribeña, planes de vida convencional, güisqui, iniciales de vivienda y vehículo, cuotas de tasa fija, pero se nos han roto. Están llenos de agujeros negros y de vorágines que tragan ilusiones sin piedad.
Es hora de la conciencia y de la luz porque ya la anestesia no se consigue y la oscuridad no nos deja levantarnos.
En mi almohada se cuecen sueños, mas no de lujos ni de adornos. Se cocinan en el jugo humilde de un mínimo deseo de poder dormir con el pensamiento ligero, el cuerpo cansado de un trabajo que pague las cuentas, y las puertas sin forzar. No puede ser tanto pedir paz, una aspirina y tres comidas para un pueblo que sabe lo que es haber tenido todo.
No es justo que tengamos que huir como criminales en la noche cuando el verdugo ha sido otro.
Me dueles, país. Me dueles, niño sucio y abusado que mendigas en el semáforo. Me duele cada abuelo humillado por pretender vivir con dignidad después de una vida entera de trabajo deslomado. Me duelen los animales abandonados. Me duele la gente que ha aceptado comer menos, enfermarse menos y cagar menos para complacer a un cadáver podrido. Me duele nuestro amor propio menguado. Me duelen las familias desmembradas. Me duelen los besos que ya no podrán darse los amantes a quienes se les atravesó este abismo inoportuno demasiado temprano.
Les doy pronóstico reservado a la caña, a la gozadera no matter what, al «los venezolanos somos los más felices», a otro Niño Jesús, al stand up comedy soez, a la comedia general.
Yo sé que a muchos les da risa hacer la lista de barbarismos encadenados a un bigote, pero se acerca el momento en que no reiremos más. La comedia original no siempre da risa; se llama comedia desde los griegos porque tiene final feliz. Aquí no vislumbramos si el final será feliz o no.
El último en salir, que apague la luz si es que hay, y que deje la puerta abierta, porque los choros igual se meten.