El proceso revolucionario con el propósito de distribuir la renta petrolera y dar repuestas a los históricamente excluidos ha profundizado algunas desviaciones consumistas: desde las nuevas ciudades y urbanismos, la importación masiva de automóviles y electrodomésticos, han aumentado el consumo, asimismo los mayores ingresos- que por lo menos hasta el 2012 se mantuvieron- permitieron incrementar los niveles de vida y de consumo. Lamentablemente se cayó en el error de confundir calidad de vida con mayor consumo. El estado socialista debe garantizar el bienestar social, la justa distribución de la renta, ofrecer iguales oportunidades para la educación, la salud y el trabajo digno, garantizar la seguridad de los ciudadanos y del territorio, pero no puede pretender ser el dueño de todo y producir todo. Como ya ha sido demostrado muchas experiencias se han dado de expropiaciones, nacionalización de empresas, empresas cogestionadas, que en su mayoría han sido un fracaso, estando hoy en ruinas y plagadas de burocratismo e ineficiencia.
El socialismo no está negado con la propiedad privada ni con el mercado, ya esto Lenin lo había descubierto en 1921, cuando la Nueva Política Económica (NEP) en URSS, comprobó los errores cometidos en los primeros años de la revolución soviética, el error de confundir nacionalismo con socialismo, son dos cosas muy distintas. De lo que se trata en las sociedades socialistas es de tener la planificación y control de la economía, nos referimos al: qué se produce, cómo se produce, quiénes producen, cómo se distribuye, de tal manera que el empresario privado que siempre es llevado por la riqueza y el lucro, por ende por la explotación, no lo pueda hacer libremente y esté atado a un modelo planificado por el Estado. Hoy es necesario reactivar las Tres R de las que hablo Chávez, «revisión, rectificación y reimpulso de la Revolución Bolivariana», debe surgir una nueva administración pública, una nueva política económica llamada mas a planificar que a controlar.
Es necesaria racionalizar la economía es decir planificarla, no podemos seguir produciendo lo que queramos, sino lo que podamos. Esta planificación socialista no surge solamente de los buenos deseos, de lo que desearían producir, sino de lo que potencialmente podríamos producir. Para ello hay que tener un conocimiento profundo de las potencialidades del suelo, el clima, la condiciones hidráulicas, los sistemas de distribución, vía de comunicación, industrias existentes, capacidad ociosas de las industrias, producir lo que realmente podemos producir y no lo que las pautas de consumo nos han obligados a consumir, la mayoría bienes importador o de materia prima del exterior.
El agotamiento de la renta petrolera debe ser el que haga posible el proyecto de desarrollo endógeno que desde el principio del siglo XX intentó propulsar el presidente Chávez y el cual nuevamente el rentismo petrolero imposibilitó. Los Desarrollos Endógenos no pueden ser el producto de una arbitrariedad; responden a características territoriales, históricas, culturales y de un profundo estudio de factibilidad que a partir de estas características indican cuales son las mejores potencialidades.
Es imposible pensar en desarrollo endógeno si no se parte de un profundo conocimiento de la geografía local y regional, pero más aún de la historia y la cultura. En las tradiciones culturales, desde nuestros aborígenes existen formas de organización para el trabajo comunitario, aprovechando las condiciones del espacio y también formas de organización social que pueden contribuir a crear rupturas o quiebres en el modelo capitalista imperante. No solo la ruptura con respecto al modo de producción capitalista caracterizado por la explotación si no también las relaciones políticas sociales y culturales que se ha desarrollado alrededor de él, y cuya interiorización en nuestros modos de vidas son más difíciles de romper.
La revalorización de estas antiguas formas de organización revaloriza el trabajo de aquellos que han sido marginados de la producción capitalista, desde la producción de alimentos tradicionales, medicinas naturales, viviendas, tecnología popular, transporte todos ellos representan la ruptura de la que hemos hecho señalamiento, pero además garantizan un cambio en las relaciones sociales ya que al revalorizar este tipo de trabajo, además de elevar la autoestima de quienes han sido históricamente marginados y explotados, establecen nuevas formas de reconocimiento social y de participación política. Continuará…