Séptimo Día

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La situación económica del país continúa deteriorándose vertiginosamente, producto de la paralización del aparato productivo, la falta de divisas para la importación de insumos y materia prima, la inseguridad jurídica, el hostigamiento y acoso a los empresarios privados, entre otras causas.

Desde el mismo momento del arribo al poder del llamado socialismo del siglo XXI, hace 18 años, comenzó a aplicarse un modelo económico inspirado en un “comunismo” decadente, el cual desconoce la propiedad privada, la competitividad productiva, lo cual conduce a un capitalismo de Estado que lo único que produce es “pobreza”.

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Otra práctica nociva de la revolución tiene que ver con la cadena de expropiaciones, confiscaciones e invasiones indebidas de empresas, tierras, fincas y centros comerciales en plena producción o actividad comercial, siendo posteriormente estatizadas sin pago alguno a sus propietarios originales.

También se produjo una virtual paralización de las actividades de algunas empresas nacionales y extranjeras tales como: ensambladoras, laboratorios farmacéuticos, materiales de construcción, electrodomésticos, autopartes, insumos médicos, alimentos, productos de higiene personal, medicamentos y otras más.

Dentro de una serie de descabelladas medidas surgió un maligno control de cambio, asumiendo el gobierno el monopolio de las divisas, manejándolas a su libre albedrío y conveniencia, al igual de establecer su precio de referencia a través de entes y modalidades cuyos nombres y procedimientos fueron cambiando en la medida en que fracasaban en todos los aspectos, y además hizo su aparición la fatídica Ley de Costos y Precios Justos, aplicada de la nano de la Sundee.

Simultáneamente, el gobierno dio inicio al proceso de modificación del esquema monetario nacional, cambiando la estructura de la moneda con la creación del llamado “bolívar fuerte”, eliminando e incorporando billetes y monedas; pero que en el tiempo se devaluó y se fue extinguiendo su valor económico.

Ahora bien, mientras esto ocurría en el país se producía un inusitado crecimiento en los ingresos fiscales, derivados de los altos precios del barril petrolero, lo cual le permitió al gobierno disfrutar de un alto índice de liquidez y de una enorme cantidad de recursos, nunca “sembrados” ni invertidos, pero sí regalados, dilapidados, malversados y hasta robados.

No obstante, este alto índice de liquidez monetaria, lejos de aportar beneficios a la economía nacional, su pésimo manejo unido al germen de la corrupción, fueron suficientes para agotar las arcas del BCV, parte de las reservas internacionales y una buena cantidad de lingotes de oro, que otrora se encontraban a buen resguardo en las bóvedas de algunos bancos en el exterior, garantizando las reservas, también han ido desapareciendo.

Además, continuando con este maratón de desaciertos e irregularidades, el país se ha visto inmerso en una política de voraz endeudamiento en el exterior, sobre todo con Rusia y China, comprometiendo a futuro el patrimonio de la nación y a las nuevas generaciones, y paralelamente el BCV continúa con la emisión de dinero inorgánico en grandes cantidades, saturando el mercado con una falsa liquidez.

Toda esta situación ha provocado un cataclismo económico en el país, con un devastador e impagable endeudamiento interno y externo, con la tasa de inflación más alta del mundo, con las líneas de crédito en el exterior cerradas, con una iliquidez monetaria en todos los sectores, lo cual acrecienta la escasez y el desabastecimiento existente.

En conclusión, todo este lamentable panorama ha venido a confirmar el rotundo fracaso del modelo económico de la revolución socialista, y deja en el ambiente, la imperiosa necesidad de que se produzca un cambio de gobierno lo antes posible, en aras de comenzar a construir una economía rentable, no rentista, con la participación del sector público y privado, y así lograr reactivar el aparato productivo del país y terminar de una buena vez con esa economía de puertos. Valor y pa´lante.

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