La restauración se ha convertido en una opción sumamente considerable para extender la vida de uso de prendas de vestir y zapatos.
La apremiante crisis económica, reflejada en un aumento inflacionario de al menos el 176,2% en tan solo el primer semestre del 2016 según fuentes vinculadas al Banco Central de Venezuela, golpea el bolsillo de los venezolanos a tal punto que se ven obligados a buscar alternativas que le permitan paliar la preocupante disminución de su poder adquisitivo.
Los exorbitantes costos de los distintos artículos de vestimenta, los cuales privan a gran parte de la sociedad de la posibilidad de renovar su armario, ha hecho que las personas piensen dos o tres veces para deshacerse de zapatos, camisas, pantalones y otras prendas que presentan algún deterioro.
Por ello, se ha marcado una tendencia curiosa desde hace un tiempo acá, pues locales dedicados a prestar servicios de costura, sastrería y refacción de calzado, han aumentado considerablemente el número de su clientela.
“Ahorita sí se le está viendo el fruto al negocio”, comentó la señora Mildred Gainza, encargada de La Rapidita, un establecimiento ubicado en la carrera 22 al centro de Barquisimeto, en el que se reparan cualquier tipo de zapatos.
Según cuenta, se atienden no menos de 40 casos de manera diaria. La mayoría de ellos, solicitando la sustitución de la suela.
“Ante el precio en el que está ahorita cualquier zapato, esto es una excelente opción. Aquí por 10 mil bolívares me arreglan unos tacones de vestir que tienen años conmigo y no cuestan menos de 50 mil en la calle”, declaró la señora Dulce Díaz, quien además confiesa que se ha visto obligada a tomar en cuenta la refacción en los últimos meses.
Los costos varían, todo depende de lo requerido por la pieza a tratar. Pero se maneja un mínimo de Bs. 4.500 y un máximo de Bs. 15.000. Allí se sustituyen las suelas, se hacen y refuerzan las costuras y hasta se forran algunos zapatos con tela.
“Yo estoy haciendo esto es este año. Antes no lo hacía porque uno podía comprar zapatos buenos y baratos, cuando ya no te servían los otros”, argumentó Díaz.
Según los dueños de este negocio familiar, la afluencia de clientela actual no se había visto en los casi 30 años que tienen atendiendo a la ciudadanía.
La calidad de los productos ya no es la misma
Distintas personas aseguran además, que se han evitado a toda costa desechar artículos de marca que presentan defectos puntuales, pues desaparecieron de las vitrinas comerciales.
“La mayoría de los zapatos que traigo son de buena calidad y ya no se consiguen así. Casi todos los que hacen ahorita son desechables”, afirmó la señora María Betancourt, quien esperaba la fecha en la que debe pasar buscando la mercancía restaurada para retirarla.
Manifestó que ha tenido que optar por esta alternativa ante las limitaciones económicas que se le presentan por percibir sueldo mínimo.
“Con lo que me cuesta reparar los cinco pares de zapato que traje no compro ni uno”, afirmó.
“Me ha tocado pegar zapatos que están completamente nuevos”, indicó.
También se manda a restaurar la ropa
Al mismo tiempo, el dueño de la sastrería La Elegancia, Julio Velsaco, ubicada en el centro de la capital larense, también reveló que las solicitudes han aumentado considerablemente en los últimos meses.
La demanda en su mayoría obedece a la reducción de tallas, reparación de costuras deshechas, como también la colocación de parches en pantalones.
“Se está viendo más que nunca a los clientes diciendo que la ropa era de su primo, de un hermano, de algún familiar, y que necesitan acomodarla de acuerdo a sus medidas para que le sirva. No han llegado gente también que tenía ropa guardada sin usar pero se ha visto en la necesidad de sacarla”, explicó.
Los ajustes varían de acuerdo a la complejidad del pedido. El más común consiste en la toma de ruedo y estrechamiento de la cintura, que de acuerdo a la talla, se puede ofrecer el servicio a partir de los 4.000 bolívares. Mientras que el ajuste de talla de franelas y camisas se brinda con 1.500 bolívares como cifra mínima.
La confección también es una opción
Añadió que actualmente los usuarios no están fijándose en marcas, por lo que también se han acrecentado los pedidos de confección de prendas.
El precio mínimo de mandar a hacer un pantalón o una camisa ronda los 12.000 bolívares con tela incluida y con variaciones de acuerdo a las tallas y tipo de tela. Sin embargo, querer adquirir nueva alguna de estas prendas, significa costear el doble.
“Se mandan a hacer ropa y sale más económico. Uno trata de conseguir telas favorables y duraderas porque sabe cómo está la situación y sabe que la gente está haciendo una inversión. Cada quien está buscando la manera de sobrellevar lo que se está viviendo”.