En Venezuela están en marcha dos realidades paralelas o divergentes, la política y la económica. Según la agenda política se habla de diálogo, de conflicto de poderes, de revocatorio, de Carta Democrática y de enmarañados escenarios legales que muy bien pueden encajar dentro de la novela El Proceso, de Kafka. Por otra parte sufrimos una realidad económica devastadora que se expresa en la simplicidad de carencias mortales de alimentos y medicinas, en una inflación demoledora, una inseguridad pavorosa y una crisis de servicios públicos monumental.
Frente a estos dos escenarios pareciera no existir un acoplamiento del lenguaje oficialista e incluyen los problemas económicos como producto de una conspiración de las oligarquías nacionales e internacionales, por ello sus respuestas frente al desabastecimiento y la inflación se basan en formalidades legales y administrativas, como decretos especiales y nombramientos de autoridades militares como gestores plenipotenciarios ,sin reconocer para nada que el origen de todos nuestros problemas tiene que ver con el modelo económico que sataniza la creación de riqueza y etiqueta a los empresarios, sin importar que sean grandes, medianos o pequeños, como enemigos del pueblo.
¿Qué espera el Gobierno con esta actitud? Lo primero que se puede pensar es que quiere ganar tiempo, estirar y estirar el camino hacia la debacle absoluta con la esperanza que de pronto suceda algo providencial que le permita reflotar sobre la crisis. Pudieran estar soñando los oficialistas en un repunte brusco y enorme de los precios del Petroleo, pero ello parece totalmente improbable ya que esta decisión descansa en manos de los árabes, quienes calculan que para sacar a los craqueadores del mercado se necesitan varios años de precios bajos. Otra alternativa distinta y salvadora no se vislumbra por ninguna parte y por ello tendríamos que pasar a una segunda hipótesis, que el Gobierno maneje el país con el criterio de los muchachos de antes que para aprender a estacionar un automóvil se decían entre si, dale, dale que el golpe avisa, indicando así que no había necesidad de cálculo o pericia, sino que todo se podía hacer a los trastazos sin reparar en los daños causados por este proceder.
Como último anuncio han dicho que incrementaran el salario mínimo a 45 mil bolívares, sin pararle un pelo a que la cesta básica ya supera los 300 mil y que un aumento de esta naturaleza la debe llevar cerca al millón de bolívares fuertes. Y esto lo saben hasta quienes son legos en economía, si aumenta la liquidez monetaria y no hay productos que comprar los precios se disparan a las nubes.
Así que en poco tiempo el dinero en manos del público se multiplicará, los negocios pequeños que no puedan cancelar el nuevo salario cerrarán, habrá menos productos de consumo, las colas se convertirán en manifestaciones violentas, la gente cada día rechazará más a los gobernantes y estos dirán que todo es culpa del imperio, elevarán aun más el salario mínimo, la inflación crecerá y crecerá, el dólar se convertirá en una quimera y todos nosotros pendientes del golpe, dale, dale, un poquito para alla, otro poquito para acá… dale, dale, un poco más a la izquierda… dale, dale que el golpe avisa.