“Ah caramba” se oyó al otro lado del hilo telefónico al momento de intentar concertar una cita periodística con Dickson Rogel Álvarez Delgado, quien, como director de alto rendimiento de Fundela, además de los resquicios de tiempo, necesita de alto octanaje en su vida diaria para atender pretensiones, pedimentos de atletas y dirigentes, quienes a su vez, en sus diferentes formas y maneras, también asumen la vida con máximo rendimiento y alta velocidad, fórmulas que coadyuvan al éxito deportivo.
El “caramba”, con deje entrecruzado en la sorpresa y el lamento, vino porque al momento de la propuesta con día, hora y fecha, minutos antes había adquirido un compromiso inherente a su cargo con el alto mando político de la región, razón por la cual, fue un día después, el miércoles pasado, cuando el oriundo de Baragua, territorio ayamán larense contrapuesto a los límites de Falcón en Urdaneta pudo, al boleo, contar alegrías y tristezas, remarcadas con la frase que titula éste trabajo periodístico.
Al remar entre esos resquicios de tiempo, necesarios para todos en su oficina de la Calle 40, breves interrupciones: Zully, su secretaria unas veces; La China, otras, dirigentes y atletas que se asomaban para soltar su guiño en procura de un “ratito”, hasta que la tarea periodística específica terminó en la oficina contigua, en una gran tertulia, a campo abierto, sin sobresaltos, sazonada con todo el aditamento deportivo posible.
Tarea de atleta
Como la mayoría de los atletas, más cuando se trata de legiones apartadas, las tareas deportivas del baragueño hijo de Francisco Álvarez, dirigente deportivo de gran talla y Carmen Emérita, docente de toda la vida, comenzaron en múltiples disciplinas mientras cumplía con la primaria en el Juan Santaella de su terruño.
Rebasada la misión de la educación inicial, desde la distante Baragua atravesó ríos, senderos y parajes para recalar en Barquisimeto, asumir el bachillerato en el Lisandro Alvarado y luego lograr plaza en la Escuela de Oficiales de la Armada de Venezuela en la Meseta de Mamo, de la cual se desprendió rápidamente para retornar a su terruño y registrarse como alumno en la UCO (Universidad de la Región Centro Occidental, que después devino en UCLA, porque en sus días iniciales se registró con el nombre de CEDES/Centro Experimental de Estudios Superiores), como estudiante de Análisis de Sistemas.
En el Lisandro Alvarado entre rondadas, potros y plintos formó parte del Club de Gimnasia de “Cheo” Torres y en la UCO con fiereza y pasión se alineó en el béisbol y el fútbol, disciplinas en las cuales “desgraciadamente” siempre tenía que asumir los roles de catcher y portero, pese a su tamaño, porque nadie quería esas posiciones por las cargas de fuerza que debían soportar, además de las infaltables lesiones.
Sus andanzas, selladas bajo el registro de “fiebroso” lo llevaron al deporte federado. En el fútbol, los primeros trazos se los marcó Efraín Cava y su perfomance lo adentró hasta la primera división de los años 70, con La 23, después de sus días juveniles con La Estación.
Por su parte, en la pelota incursionó hasta AA en la que jugó tres temporadas con UCO para hacer frente a equipos referentes como Galletera Ávila y Vialidad, que eran los duros.
En los campeonatos universitarios porque no había Juvines, tiene el honor de haber sido integrante del bando de la UCO que gallardamente en la ciudad de Maracaibo logró históricamente la medalla de bronce, que vino a ser el metal que abrió las exitosas compuertas de esta disciplina para el bando universitario larense, galería enriquecida posteriormente con numerosas conquistas de mayor calibre.
Docente y dirigente
En la encrucijada de los años juveniles, muchas veces en las que no hay ruta cierta, Dickson Álvarez acomete la tarea de ser profesor interino de educación física en el Grupo Álamo en Duaca y luego en el Héctor Castillo Reyes en Tamaca, para quedar bajo la lupa del director de la Zona Educativa, profesor Pérez Tovar, quien más tarde lo hace titular en deporte y lo asigna fijo como maestro unitario de 1° a 4° grado (varones y hembras) en la Escuela Rural Las Campanas en territorio de Jiménez, pasos guiados por las luces del Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio Venezolano hasta el 2004 cuando decide marcar, luego de 30 años, la tarjeta de jubilado.
Paralela a la labor docente otra tarea, la dirigencial, halagada desde el inicio en 1976 cuando gana los zonales de atletismo con el colectivo de la Castillo Reyes y luego en 1981, con motivo de los Juegos Bolivarianos de Barquisimeto, aprobó el curso de arbitraje en voleibol para emprender otra de sus buenas marchas arriba de la net y en la parte baja de la misma al ser entrenador de la disciplina de sus amores, ese que lo ha consustanciado aún más con el deporte, al cual, en ampliación de su radio de acción aterriza en Fundela desde marzo 2006 hasta nuestro días, en los que ejerce la función de director de alto rendimiento en sucesión de Rafael Vera.
Álvarez Delgado, junto a otro grupo de dirigentes, orgullos todos, acometieron en 1991 el rescate del voleibol larense luego de los careos dirigenciales, barra de honor en su desempeño, en un entorno familiar de numerosas bregas acompañado de sus hermanos Pánfilo, Cloris Noemi y César Eligio, profesionales y atletas todos, amén de sus hijos Dickson, Arturo José, Jeanny Carolina, Roger Jesús y Jhonathan Jesús, de quienes aspira lo acompañen en un futuro en el deporte porque se siente atado al mismo, sabedor de que se lo ha dado todo.
Momentos exultantes
En su andar deportivo, Dickson Álvarez, para gran satisfacción asoma un par de hechos, conquistas que lo han sumergido en el paroxismo, con brazos extendidos hasta el frenesí.
Cada uno con sus particularidades.
1
La conquista en los Juegos de Aragua 99 de una medalla de oro en destreza por parte de la voleibolista de playa Francelis Gutiérrez. Memoria al vuelo, “El voleibol, después de la crisis dirigencial que nos apartó por completo de contiendas nacionales, reapareció en 1997 y hasta ese momento no tenía nada, por eso la alegría, el éxtasis”.
2
También en el voleibol pero de cancha, el 8 de enero de 2008, camino a la clasificación a los Juegos Olímpicos de Beijing.
“Fue un momento muy dulce, agradable, satisfactorio”. Refiere que después de haber sido eliminados en el clasificatorio anterior en El Poliedro de Caracas por Argentina (3-0), casualmente en Formosa-Argentina, después de haber marcado una preparación del “timbo al tambo”, sin muchos recursos, hasta “llegamos un día después por las conexiones aéreas, tampoco dotación adecuada”, día final, victoria 3-1 ante el cuadro local respaldado con un escenario repleto de atemorizantes argentinos.
“Fue mucha la alegría, la felicidad que nos produjo el triunfo”, para entrar luego, un paso al frente, a la “fantasía” como la definió, porque luego nos les faltó nada. Los recogieron -más referencias- en vuelo especial ordenado por el presidente Chávez, quien, eufórico, habló casi inmediatamente con todos los muchachos y al regreso, después de una impresionante caravana en Caracas los acompañó en el gimnasio de la Escuela Militar. La brillantez de sus ojos traslucían lo vivido