Diálogo es una de esas palabras que se han desfigurado, por no decir prostituido. Le pasa como a República y Democracia. Recuérdese que todos los países satélites del bloque comunista comandado por la Unión Soviética decían ser lo que no eran: repúblicas y democracias.
Diálogo está de moda y circula a sabor y gusto y a uso y abuso del usuario.
En política y en democracia, ¿quién se puede negar al diálogo? ¿Quién se atreve a rechazar el diálogo? ¿Cómo explicar una negativa a conversar, a la posibilidad de exponer las ideas y soluciones propias y escuchar las de sus interlocutores en busca de un acuerdo, de una salida a los problemas? Pero ¿se trata de eso?
Por lo que hoy ocurre hoy entre nosotros, en Venezuela, por ejemplo, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia…
Invocar al diálogo en Venezuela, más allá de las mejores intenciones, huele a lavarse las manos, a no meterse, a frivolidad en el mejor de los casos y, en el peor, a una maniobra para darle tiempo y para justificar la continuidad del actual régimen bolivariano.
Hoy, en Venezuela, habría que hablar de maniqueísmo; de un esquema en donde una de las partes es la portadora del bien y la luz y la otra del mal y las tinieblas.
Veamos si no cuál es el enfoque de una de esas partes, el gobierno, la que para empezar no admite a otros mediadores que no sean la Unasur o los tres ex presidentes: Zapatero, Lionel Fernández y Martín Torrijos.
Nada de OEA o de más de 30 ex presidentes que están dispuestos a ayudar.
Hace unas horas el presidente Maduro, uno de los dialogantes, dijo que habría que expulsar a la mayoría opositora de la Asamblea Nacional a la que califico de vendepatrias. Amenazaba así a la otra parte de ese diálogo que propician los tres mediadores y la Unasur.
Por si hubieran dudas del tono y el ánimo dialoguista del Madurocabellismo, Diosdado, el hombre fuerte de la derecha-fascista del régimen las disipó totalmente: “Este pueblo no quiere más traidores negociando con la MUD”. “Con la MUD no hay consenso”.
Mientras, a la oposición se le reclama dialogar aceptando los presos políticos, impedida de apelar a los mecanismos que prevé la Constitución – la misma “bicha”- y hostigada y privada de sus facultades y poderes legítimos desde el tsj.
¿Qué es lo que entienden por diálogo Zapatero, Torrijos y Fernández? Sin duda que tiene razón Capriles cuando desconfía de Zapatero, quien viaja en aviones de Pdvsa.
Igual razón tiene monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, quien aseguró que “un gobierno incapaz de proveer alimentos y medicinas a sus ciudadanos no tiene moral para convocar un diálogo”. Y el Gobernador Henri Falcón cuando advierte que “el diálogo no puede ser un show inútil”.
Hace unos días Felipe González, también socialista y ex presidente español, pero nada que ver con su colega y correligionario mediador, advirtió que, “nadie puede plantear un diálogo para ganar tiempo” y precisó certeramente que “el diálogo debe hacerse desde el respeto a la Constitución, a los derechos y obligaciones establecidos en ella” y que “eso no es objeto de canje y por eso no es negociable”.
Como dice Felipe, el diálogo sirve si es para salir de la crisis y para la reconciliación de los venezolanos. Otra cosa es si se invoca al diálogo para ganar tiempo, para incumplir compromisos, para violar la Constitución y para mantener una situación económica y social que ya el pueblo no aguanta y que no nos merecemos. Tres diputados ante la AN por Lara: Alfonso Marquina, Luis Florido y Edgard Zambrano integran la Comisión de Diálogo de la MUD y tienen muy claras las condiciones en que un diálogo puede ser posible y útil. Amanecerá y veremos…