Un país solamente es independiente cuando tiene una base productiva que le permita satisfacer las necesidades de sus habitantes, sostiene el Dr. Rafael Simón Jiménez, historiador, ex parlamentario y analista político.
O en todo caso tiene la disponibilidad para cubrir esas necesidades mediante una combinación de producción e importación, agrega.
Venezuela históricamente ha sido un país dependiente, explica. Deformada su economía por el recurso petrolero; pero, en estos últimos 17 años ha habido una exacerbación de esa dependencia, precisamente porque el crecimiento exorbitante de los precios petroleros en el período que va del 2003 al 2010, hizo que se exacerbara la dependencia petrolera y además, al amparo de esa masa de dólares, el gobierno avanzara en su plan de destruir y arruinar la economía productiva. nacional.
Si se hace un inventario de la realidad venezolana nos encontramos con un endeudamiento descomunal, que es un factor que hipoteca el futuro de la economía del país.
Venezuela debe una cantidad inmensa de recursos y está muy atada a los convenios suscritos con China, que incluso comprometen el porvenir de las generaciones venideras, porque son adquiridos sobre la base de la venta de petróleo a futuro mediante la entrega adelantada de dinero, que ya fue malgastado.
Además, bajo la inspiración ideológica que tiene como referente a un modelo obsoleto, fracasado, colapsado como es el cubano, Venezuela poco a poco declinó su soberanía y Fidel Castro de hecho se convirtió en una especie de procónsul en nuestro país.
Venezuela ha tenido en peligro su soberanía, especialmente en su ámbito territorial y de seguridad externa.
En nuestro país los cubanos han llegado a controlar los registros y notarías, el sistema de identificación, puestos claves de la inteligencia y del manejo del asunto militar de los venezolanos.
De manera que hablar hoy en día de una independencia es una ficción, afirma. Porque Venezuela está subordinada en lo inherente ideológico a Cuba y en lo económico a China y otros países.
Para que un país sea considerado soberano, tiene que tener una política exterior autónoma, una base productiva propia, un manejo responsable de sus finanzas y de su endeudamiento externo. Esto quiere decir que es una ficción que hoy en día, como se proclama, patria y que Venezuela sea libre y soberana cuando todos sabemos que ideológicamente dependemos de una isla del Caribe, cuyo gobierno fija las políticas que deben aplicarse aquí.
Cuando el gobierno habla del imperialismo se está refiriendo solamente al tradicional modelo estadounidense, pero obvia que estamos bajo la subordinación de otro imperio mundial como es China y peor, todavía, a un país arruinado, colapsado, que prácticamente le ha echado a los brazos de reconciliación a los Estados Unidos,
De modo, pues, que la independencia entendida contemporáneamente, como autonomía, defensa del territorio, capacidad para garantizar la seguridad interna y externa, en Venezuela está absolutamente comprometida.
No tenemos independencia
Coincide con tal apreciación el también ex parlamentario, profesor de historia y dirigente político Pedro Pablo Alcántara.
Venezuela tiene hoy mayor dependencia en sus actuaciones como república, dice. Porque es evidente, notoria, pública y comunicacional, su dependencia de intereses foráneos, encabezada en primer lugar por la dependencia económica establecida por los acuerdos suscritos con Cuba y, China y la compra de sistemas e armas a Rusia, China y Bielorusia, además de acuerdos con otros países como Irán, que lo atan por años.
Venezuela no es una nación autónoma, que toma decisiones de conformidad con sus intereses históricos, sino que depende del tutelaje externo.
Considera Alcántara que este día, en que se celebra la firma del acta de independencia, debe servir como fecha de reflexión y decisión para dictar una Constitución, que establezca severas sanciones a quienes violenten los principios de naturaleza constitutiva que nos convierten en la letra de república autónoma como en su momento lo hicieron los padres fundadores y que no sea simplemente una expresión literal, sobre la cual no se ejercen mecanismos de control.