La música honra la partida de Inocencio

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Un hondo pesar en los acordes musicales de Venezuela dejó la inesperada partida del músico, compositor, educador y director de orquestas Inocente Carreño. Su muerte se registró la noche de este miércoles, a sus 96 años de edad, en la ciudad de Porlamar, Nueva Esparta, tierra que lo vio nacer el 28 de noviembre de 1919.

Se perfeccionó en los géneros de música clásica, vals e instrumentales, aunque siempre dijo que de no haber sido músico, le hubiese gustado ser periodista.

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Tuvo una fuerte influencia desde niño por parte de su abuela de crianza, quien le cuenta leyendas y le canta aires tradicionales de su isla natal, inspiración que lo llevó a estudiar música con el maestro de bandas Lino Gutiérrez y toca con su banda a la edad de 9 años.
Se fue a Caracas en 1932 junto con su hermano Francisco, fallecido en 1964, quien fue un destacado conocedor del folklore.

Lo primero que Carreño hizo en la capital fue trabajar con su hermano en una zapatería, más adelante ejecuta la guitarra junto a dos hermanas.

Gracias a su emprendimiento y talento se dedicó al arreglo y composición de música popular; joropos, merengues, valses, rumbas, tangos, boleros.

Al ritmo de sus emociones le puso letra a dos grandes textos. En uno sintetizó recuerdos que le vinieron a la mente de la isla de Margarita, y en el otro contó su vida de forma anecdótica, en la que no dejó por fuera a su entrañable abuela y todas sus enseñanzas recibidas.

Durante sus 96 años, este prominente venezolano se encargó de edificar una obra musical impregnada de elementos propios y representativos del oriente del país, su región de nacimiento.

Carreño fue un músico de formación, habilidoso para entender y ejecutar obras por medio de la lectura de partituras, tales como música sinfónica, académica, coral, así como obras para piano, violín y poemas sinfónicos.

Cabe destacar que estudió con el maestro Vicente Emilio Sojo, el hombre que tuvo mayor influencia en su vida, en la Escuela de Música y Declamación.

Con Federico Wiliams aprende a tocar trompeta, con la que se incorpora al Orfeón Lamas como cantante y a la Orquesta Sinfónica de Venezuela como cornista y trompetista.

En 1940 empieza una carrera de docente, y compone con más frecuencia en el estilo clásico. Tras obtener su diploma, en 1946, empieza una carrera de docente en varias escuelas, se casa en 1950 y compone en 1954 su obra más famosa, el poema sinfónico «Margariteña».

Es el responsable de la musicalidad del himno de la Universidad de Oriente, Acercaos Juventud.

En 1970, funda la escuela Prudencio Esaá, es elegido a la Cámara del Senado, se desempeña como Ministro Consejero ante la Unesco, en París, y es nombrado director de la Escuela Superior de Música de Caracas en 1989.

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