La ciudad como tema
Quien desde Barquisimeto se dirija a Valencia por la vía de la costa, observará, al pasar por la refinería de El Palito, la construcción de muchas casitas que aún sin terminar ya están ocupadas y pintadas de rojo rojito. Tampoco tienen asfaltadas las calles así que la habitación y la construcción se realizan entre polvo, barro y el hueco parejos. La urbanización es una impresionante muestra de pobreza de diseño, propia de iniciativas realizadas sin la intervención de algún profesional, pero inaceptable cuando se trata de obras del gobierno y a una gran escala. A esas casitas se les añade el estar construidas al lado de la refinería, de modo que ellas también pueden formar parte de las muchas tragedias anunciadas que hay por todo el país.
Mucho de lo que se ha dejado de hacer en Venezuela en materia de vivienda y urbanismo integra ya el listado de las oportunidades perdidas. Una de esas expresiones es el haber contratado diseños y construcciones a países con concepciones arquitectónicas y características climáticas que nada tienen que ver con nosotros, excepto el ser panas del Presidente: Bielorrusia, Irán y China, entre otras. Y para sumar vergüenza a la vergüenza las obras las realizan obreros e ingenieros provenientes de esos países y sin pasar por los normales procedimientos administrativos de aprobación de los proyectos por las oficinas municipales de control urbanístico y arquitectónico, sin cumplir con las regulaciones de la ley del trabajo y de las normas de seguridad que si se exigen, y con creces, a los pocos constructores y profesionales nacionales privados que aun se esfuerzan por construir.
Es un criterio generalizado que la construcción masiva de viviendas debe procurar aprovechar los recursos existentes en el lugar donde se construyen. Una mirada atenta en los alrededores de Puerto Cabello habría mostrado la gran cantidad de contenedores abandonados y algunas incursiones en la internet habría mostrado como en muchas partes del mundo se ha estudiado y probado el reciclado de los contenedores desechados. En todos los puertos del mundo hay cualquier cantidad de contenedores que ya no sirven para transportar mercancía –su vida útil promedia los tres años- pero que pueden ser transformados en viviendas.
Los contenedores tienen características muy interesantes. En primer lugar, son de solo dos tamaños, lo que permite combinarlos cualquiera que sea su fabricante o país de origen. Sus dimensiones interiores corresponden bien con los espacios humanos y al ser desechados pueden comprarse a precio de chatarra. Pueden montarse fácilmente en un camión para movilizados primero desde el sitio donde están abandonados y de allí a un taller de metalurgia donde los transforman abriéndoles las puertas y ventanas, poniéndoles los tabiques internos y las redes eléctricas y sanitarias, los pintan y ya terminados los despachan a donde se necesitan. Y es un trabajo rápido: en cuatro semanas de trabajo una brigada de 10 obreros puede convertir dos contenedores en una vivienda de dos habitaciones, cocina sala y servicios.
Los contenedores son autoportantes, por lo que no se desmoronan si el terreno cede como ya hemos visto que ocurre con las viviendas gubernamentales mal construidas. No requieren de cálculos estructurales y sirven tanto para viviendas permanentes como temporales, para casos de emergencia o para campamentos de grandes obras que luego deben desmontarse. Ellos pueden modificarse y apilarse listos para transportarlos a donde se necesiten y, al ser de larga duración, pueden ser usados todo el tiempo necesario mientras se resuelve la situación, sin condenar la gente a vivir en carpas u ocupar hoteles, escuelas y centros deportivos. Además, las casas de contenedores soportan bien algunos riesgos ambientales: el desplome de una ladera, un huracán, un terremoto etc. sin que la casa mate a sus ocupantes, sirviéndoles de refugio y protección. Pasada la necesidad pueden desmontarse y regresarse a sus depósitos hasta ser enviadas a otro sitio para ser reagrupadas con configuraciones diferentes. Incluso pueden agruparse como edificios de varios pisos, como si se tratara de un Lego.
Por desgracia, con la llegada de Chávez, muchas otras experiencias internacionales fueron ignoradas. El Palito ha podido ser una de esas experiencias de contenedores reciclados, pero es seguro que esa posibilidad no fue considerada y se prefirió trabajar con los materiales y diseños menos imaginativos. Lo mismo puede decirse de los damnificados de la vaguada de Vargas, donde también abundan los contenedores desechados: se desaprovechó una oportunidad de oro para investigar el desarrollo de viviendas de emergencia y, lo más grave, por años los refugiados anduvieron deambulando sin recibir una respuesta seria.
La conversión de contenedores en viviendas, además de ser un proceso barato y rápido, ayuda a resolver el problema de los enormes patios llenos de contenedores abandonados… incluidos los que se enterraron con la comida de PUDREVAL.