La base de la vida social nace desde el propio individuo, quien a través de diversos mecanismos se relaciona con los demás. A tal punto llega el reconocimiento de tal afirmación que estudios recientes en el área de la neurociencia han descubierto las llamadas “neuronas espejo”, encargadas de reproducir el comportamiento del otro, y a partir de ahí aprender sobre comportamientos colectivos. En palabras de uno de los pioneros de la neurociencia, Vilayanur Ramachandran, estas neuronas “conforman la civilización”.
Si bien es el individuo el punto de partida de la vida en sociedad, no menos cierto es que la familia es el primer espacio en el que éste practica su sentido de colectividad, donde empieza a dar sus primeros pasos en el complejo mundo de las interrelaciones humanas. De estas primeras formas de interrelación en el seno familiar es de donde partirá el modelaje que la persona replicará en el futuro, cuando más allá de ese primer círculo continúe con su vida social. Es a tal grado importante este núcleo base de la socialización del individuo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su Artículo 16, prevé que “la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”.
La familia es entonces el punto del que parte el modelaje social de toda persona, que más allá de las definiciones que pueda tener constituye un espacio de interrelaciones humanas que muy probablemente el individuo replicará parcialmente, quedando el resto del modelaje en manos de esferas más amplias como la escuela, la comunidad, y en términos más generales la propia sociedad. Sin embargo, es este círculo inmediato el que tal vez de manera menos perceptible determina en gran medida lo que cada persona terminando siendo en relación a los otros.
Más allá de artículos y derechos, el reto de la sociedad es entonces proteger la familia como espacio de interrelaciones sociales positivas, a la vez de compensar y asistir a aquellos cuyas bases de socialización son débiles producto de ambientes familiares adversos. En la medida que esto se logre, se estará fortaleciendo el conjunto de relaciones que conforman una sociedad, y por lo tanto consolidando su carácter civil.
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