Por la puerta del sol – Amarga realidad

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Estamos hechos para la felicidad a la que solo valoramos cuando se nos pierde en el camino. Hemos sido cobardes para defender todo lo que la tiranía nos ha robado. Quienes se quedan solos, pierden su libertad y sus afectos no pueden decir que las cosas ocurrieron de repente. Siempre aparecen advertencias, palabras y señales que solo interpretamos cuando llegamos al umbral de lo terrible. “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”

El sol no se cansa de enseñar la inhóspita vida de los viejos y hermosos cañaverales y siembra de girasoles que embellecían el valle del Turbio, cuyo encanto el odio de la revolución convirtió en tierra seca y árida. Ya nadie ve la hermosura del amanecer que se sigue mostrando con esplendor, las calles del trabajo, de la lucha, del paseo, del sueño, han perdido el calor humano, el encanto, la alegría; solo abunda la desazón, el miedo, la ira, las colas, los mendigos y los perros de la calle disputándose una bolsa de basura.

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Por aquí y por allá abundan peatones sin vigor, con los bolsillos flacos y sus rostros demacrados, quema la fosa del hambre que se asoma a sus ojos. El viento pasa y silba por estas calles arrastrando poemas humanos que se quedan enredados en la rama del calcinado árbol de su esperanza, aunque como usted y como yo están vivos, bebiéndose sus propias lágrimas y sus propios desconsuelos, ante un Estado indiferente y una justicia cuya conciencia es un podrido catafalco. Después de un día de colas y de espera inútil, el pobre regresa a su casa sin alientos, con el morral vacío y el estómago pegado al espinazo.

Po estas calles la esperanza amanece todos los días aferrada a los huesos y al tuétano de la vida, como sanguijuelas adheridas a una llaga abierta; por estas calles ya es costumbre que la sangre de los inocentes dejen marcadas sus huellas y también sus últimos sueños, suspendidos por la bala asesina de un delincuente o de un matón de oficio. Desde la media noche surge el otro flagelo como si brotara del infierno, sombras que parecen zombis o fantasmas que pasan, van y vienen como espectros agitados y tétricos que se mueven al soplo de sus ansias locas, en busca de los sitios a donde llega la comida; son los bachaqueros que quitan a otros el derecho de poder llevar a su mesa lo que ellos negocian luego a precio de oro y acaparan sin que haya ley que se los impida ni capacidad de Estado que surta de comida y medicamentos suficientes, para evitar esta otra desgracia indetenible.

Otro terror es el peligro que la oscuridad representa para el desprevenido ciudadano de a pie que tiene que pasar por esa negrura de calles, desde que quitaron la luz, también la tranquilidad y libertad de salir a caminar en una noche cualquiera, en la que de brújula no sirve para alumbrarnos ni la lumbre fugaz e ilusoria de la luna.

Llevamos diecisiete años de pesadumbre, de humillaciones y represiones de todo tipo. Es hora de parar la caída y recuperar el terreno perdido. Conocemos los desequilibrios de las mentes del poder, su voracidad y aullidos de insaciables hienas. Es hora de parar la mano ejecutora de Caín que mata de hambre a su propio hermano Abel.

Con el Referendo Revocatorio veremos brotar de nuevo libertad, paz, pan, abundancia y alegrías. Después de la amarga realidad que hemos vivido por 17 años, vemos cerca el fin del malévolo poder de la tiranía, cuyos ídolos tiemblan en sus inseguros pedestales. Soplan vientos celestiales anunciando los nuevos horizontes que el sol nos ilumina…

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