Don Eneas Torres es más que ejemplo de producción caprina en Lara, es historia y leyenda. Una seños honorables, preocupado por las traiciones de su tierra y apasionado del campo quien se une a las cinco ediciones especiales del #GuaroSOY.
Nació en Quíbor, municipio Jiménez, el 31 de octubre de 1964.
De dos años de edad fue llevado a la capital larense, Barquisimeto, estudió bachillerato y se graduó como maestro normalista. A los 23 años se mudó a Caracas.
Ingresó ala Universidad Centralde Venezuela (UCV) y estudió Matemática Moderna. Obtuvo su título el 7 de julio de 1972 para meses después retornar a la tierra de los crepúsculos.
Se instaló en Barquisimeto y compró su primera casa con 3.000 bolívares viejos.
Comienza a trabajar en el Liceo Mario Briceño Iragorry y luego de allí para por diversas instituciones de ciudad.
Se jubiló y entregó de lleno a lo que hoy es su oficio y lo convierte en el rey de los quesos.
Eneas y la cocina
De pequeño fue Boy Scout, institución donde aprendió a cocinar y asumió esta responsabilidad al alcanzar la adolescencia, durante el Campamento Internacional de Patrullas de 1970, en Guataparo, Valencia.
Preparaba sancochos, guisos, caraotas y pasta, con recetas que había conocido en su hogar.
“Mi madre era una excelente cocinera. Jamás olvidaré el sabor de sus ricas hallacas, gallinas rellenas, pan de jamón, buñuelos y dulce de lechosa secado al sol y llevado al sereno”.
Él la veía y ayudaba. Recuerda que en la elaboración de la hallaca le correspondía preparar el fogón de leña y limpiar las hojas.
Destaca la formación de vida que brinda un grupo como los scout, al cual ingresó a los 6 años de edad y se retiró a los 23. Dice que allí aprendió sobre disciplina, honestidad y amor a Dios.
Tradiciones y recuerdo
De esas prácticas familiares recuerda la chicha navideña de su madre. Dice que salcochaba el maíz, preparaba el papelón en agua con clavos de olor, malagueta y canela.
«Se colocaba en una mesa, amarraba un liencillo y con guarapo frío se pasaba la masa por la tela”. Llevaban el líquido a una enorme olla de barro y la dejaban reposar en un sitio oscuro de la cocina. A los dos días la chicha ya estaba fermentada, lista para degustar por la familia Torres.
Lara es una sola
Cada amanecer toma su cafecito negro y contempla con asombro las luces que se duermen a las 5:30 de la mañana. La frescura de esta tierra lo cautiva, la tranquilidad de Paso Real lo enamora.
Con sabiduría dice que acá aprendió que para ser feliz no se necesita mucho, sólo amor de familia, ganas de vivir y una hamaca, además de un hermoso paisaje larense. “Si mucha cosa aquí se vive bien”.
Foto: Edickson Durán