Próximos a la celebraciones en honor a San Antonio de Padua, el 13 de junio, fecha en la cual gran parte del mundo rinde tributo al santo “guía de los tamunangueros”, ante la gravísima situación por la cual atraviesa el país debemos recordar su máxima: “Dios no permitiría males en el mundo si de ellos no obtuviera grandes bienes”.
¿Por qué los venezolanos no hemos naufragado en este mar de leva creado, en lo económico, y que ha arrastrado al ámbito social en su descomunal devastación?
Simplemente, porque los venezolanos tenemos una inmensa fuerza, espiritual y moral, que se ha impuesto a gran parte de la población entregada al facilismo, a las dádivas, al abuso de poder, a la ineficiencia, ineficacia, irresponsabilidad, manipulación, corrupción, falta de rendición de cuentas y al oprobio.
Desde la fratricida Guerra de Independencia,la juventud venezolana se ha inmolado ante las malditas armas militares que se han disparado contra estudiantes indefensos, cuando han salido a las calles a resguardar al país con banderas, pitos y boinas azules al grito de:
¡Sacalapatalajá… sácala y bájala!
Hemos sobrevivido a: montoneras; asaltantes e incendiarios de pueblos, caseríos y sabanas; insolentes dictaduras; cobardes invasiones dirigidas desde países que se dicen amigos, como las acciones denominadas El Carupanazo o El Porteñazo; la violación fragrante de la soberanía nacional por parte de naves extranjeras que traían pertrechos a los traidores que asesinaban a policías y soldados en cobardes emboscadas,etc.
No por coincidencia fue Beatriz I, la reina de la Semana de los Estudiantes de 1928, y de allí salió aquella generación que pasó por la cárcel de La Rotunda y, el Castillo Libertador de Puerto Cabello, para ya jamás olvidar las cadenas con las bolas de hierro, que desgarraron sus tobillos; la siguiente generación soportó a la Seguridad Nacional de la dictadura del otro teniente coronel Marcos Pérez Jiménez.
Pareciera que son cíclicos los maremágnum que arrasan a la nación que parió a los libertadores de América pero, a cada adversidad que hemos sabido vencer hemos salido fortalecidos y… “esta vez no será distinto”.
Tenemos la fortaleza de quienes salieron allende las fronteras venezolanas a llevar la libertad a otras naciones, para luego entregárselas a los nativos de cada una de ellas, y regresar a esta Tierra de Gracia con la inmensa fortuna del deber cumplido.
Todavía quedamos muchos, pero muchos venezolanos, que no somos mendigos; que nos ganamos el sustento de nuestras familias con el sudor de la frente, como lo enuncia el precepto bíblico; que vencemos las dificultades con talento, capacitación, trabajo, solidaridad, entereza y con la certeza que nos otorga nuestra voluntad de hacer las cosas y… hacerlas bien hechas.
Tengo fe, muchísima fe, en los ciudadanos probos de Venezuela y sé que pronto venceremos esta coyuntura histórica, que recordaremos como un mal sueño.
Hemos llegado donde hemos querido por nuestro gran poder de adaptación;por las decisiones tomadas para vencer las injustificables limitaciones y, la incuestionable determinación de lograr resultados positivos cuando hemos estado en una noche obscura y sin horizonte. Así llegó el hombre a la Luna pero, no sólo fue, regresó, y contó al mundo su experiencia. Habían nacido igual que usted y que yo; desnudos, indefensos y sin conocimientos. Les bastó el propósito de querer hacerlo y lo lograron.
Sí. “El Señor es mi pastor…”
