¿Tenemos una fe muerta?

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La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre, recibido en el sacramento del bautismo y fortalecido a través de la ayuda de los padres y de las prácticas de piedad. Así como se recibe podemos perderlo; san Pablo advierte de ello a Timoteo: «Combate el buen combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe». (1 Tm 1,18-19). Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la Palabra de Dios; debemos pedir al Señor que nos la aumente (cf. Mc 9,24; Lc 17,5; 22,32); debe «actuar por la caridad» (Ga 5,6; cf. St 2,14-26), ser sostenida por la esperanza (cf. Rm 15,13) y estar enraizada en la fe de la Iglesia.

Pero este don que es también una respuesta del hombre a lo recibido de la providencia, debemos convencernos, que por medio de la caridad, es decir, de hacer el bien, nuestra fe se fortalece, damos gracias y testimonio. Les invito a leer Santiago 2, 14-24 que expresa la importancia de las obras en la vida de fe. No nos dejemos engañar creyendo que es necesaria sólo la fe para salvarse, esta sin obras está muerta. Recordemos las palabras de Jesús, quien expresa que por medio de la caridad somos justos y se obtiene la vida eterna (Cf. Mateo 25, 31-46)

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Recordemos a tantas personas que han hecho tanto bien como Jesús, que entregó su vida para nuestra salvación, el doctor José Gregorio Hernández, que ayudaba a sus pacientes más necesitados, la Madre Teresa de Calcuta que entregó su vida en el servicio a los más pobres. Maximiliano Kolbe, quien ofreció su vida durante la segunda guerra mundial, a cambio de que no asesinaran a un sargento quien era padre de familia. Estos son testimonios de fe.

La vivencia de las obras de misericordia, es para quien tiene fe en la vida eterna su plan de vida: visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar a los presos, enterrar a los difuntos, enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo, rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

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