Una cuestión es que admitamos que vivimos en la sociedad del vértigo, como algunos estudiosos del tema han reflexionado y documentado sus investigaciones para fundamentar sus aseveraciones, y otra es desconocer que, efectivamente, las características de la revolución tecnológica impactan de tal manera la forma de pensar, que hoy se habla de amnesia digital.
La pérdida de memoria histórica puede ser clave para entender las crisis cíclicas que enfrentan los pueblos. Nuestro caso es ilustrativo. La pregunta inevitable, la que circula profusamente en medio del clima de crispación económica, política y social que se respira y que liderazgo no oculta es inevitable: ¿Cómo hacemos para salir de este atolladero de país? Pero, se obvia, la elemental en la búsqueda de la explicación: ¿Cómo llegamos hasta aquí?
Los criterios, en perspectiva no eventual, sino de coyuntura, apuntan a señalar, por ejemplo, que la onda expansiva y el furor con el cual la oposición pretendió imprimirle celeridad a una gestión legislativa que por boca de su máximo interlocutor no vaciló en colocarle plazo a la salida del presidente Maduro, ya traducía la permanente inmediatez y urgencia por el poder, como signo inequívoco de nuestra realidad institucional.
Continúa y continuará estando presente en la cultura política, la presión por la cotidianidad, con una elevada dosis de pragmatismo, que impide una lectura más allá de las variables económica y política, incluyentes de otras, referentes de una visión más amplia, integral, sistémica, que requiere la complejidad sobre la cual se proyectan los posibles escenarios de acción estratégica. La realidad, como suele decirse, termina torciéndoles el cuello.
La respuesta urgente que asume el gobierno, concentrada en revertir parte de la situación, de la guerra ya avisada, evidenciada a través de los medios y voceros internacionales, también tiene carácter de emergencia. Direccionada hacia los estratos socioeconómicos de la población que en épocas anteriores y circunstancias diferentes, detonaron el sistema político. Pero, la explosión social que muchos atizan no llega. Contradictoriamente, la crisis es beneficiaria de sectores excluidos, ahora convertidos en comerciantes inescrupulosos, “bachaqueros” organizados o no, impregnados del espíritu de especulación, de la ganancia fácil, del hacerse rico de la noche a la mañana, presente en nuestra idiosincrasia.
La emergencia decretada es resultado de una crisis previsible. Esta afirmación que puede parecer una verdad de Perogrullo, suele pasarse por alto. Apenas recién comienza a indagarse en las verdaderas causas, ignorando las advertencias lanzadas desde hace décadas atrás, en clave de perspectiva histórico-cultural y educativa. La volatilidad del mercado petrolero.
Se devela, por ejemplo, lo irrefutable: la especulación es un cromosoma cancerígeno del genoma bajo el cual se configuró nuestra nacionalidad, desde la época colonial, la independencia y hasta los días de hoy, arraigándose y consolidándose con la cultura del petróleo y el consumismo.
De esa ignorancia vienen nuestras carencias. El contrabando debilitó y llevó a la quiebra a la principal institución comercial de aquella administración real instalada en nuestro país: la Compañía Guipuzcoana. En nuestros predios, Andresote fue émulo de Sir Walter Raleigh. Pero, se le reconoció su “heroísmo”, desconociendo sus dotes de contrabandista, colocándole su nombre a una obra vial.
Que no lo olviden los políticos, la inmediatez puede conducir a la decepción en tiempo récord.