Reflexiones en positivo – No hay mal que dure cien años…

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Son muchos los refranes que describen el comportamiento de la humanidad en cuanto a lo bueno o lo malo que le sucede y a la vez permite buscar las soluciones positivas.

Es el caso de “después de la tempestad viene la calma”, “no hay mal que por bien no venga”, “a grandes males, grandes remedios”, “hay que guardar pan para cuando haya leche” y así pare de contar. Nadie se hace las interrogantes para asumir las responsabilidades individuales y colectivas de los fracasos, mas es común observar que los éxitos siempre habrá alguien que quiera asumirlos.

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Venezuela, lamentablemente no ha sido un país de éxitos ni en lo político ni en lo económico. Eso obligatoriamente incide en nuestro comportamiento social. Somos un país con inmensas riquezas naturales mas también de inmensas carencias sociales, pero pocos dirán que eso se logra con la educación y de una vez surge la interrogante: ¿educación para qué, para que se vayan a otros países y les aporten sus talentos?

Nuestro Libertador Simón Bolívar manifestó para su época: “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”, que en buen castellano no es otra cosa que buenas costumbres y educación eran y son nuestras necesidades, y salimos de la guerra de Independencia con un país diezmado para continuar con 100 años más de guerra, de escasas buenas costumbres y un decreto de educación pública y gratuita que no se ha materializado para lo que se podría llamar el desarrollo social que garantice ese país libre, es decir, sin dependencia permanente de otras naciones.

Comienzo por pensar como actúan países vecinos: educación pública y gratuita para garantizar que su población sea instruida, enseñada a vivir en convivencia social, en capacidad de producir bienes y servicios por arriba de títulos y reconocimientos que no dejan de ser importantes, mas la prioridad es hacer una población productiva.

A muchos venezolanos se les ha ocurrido y manifestado ideas como “sembrar el petróleo”, lo que puede también ser interpretado como sembrar el oro, el hierro, el aluminio, las reservas forestales y muchas otras cosas más; pero no se ha podido sembrar en la mente del venezolano otra cosa que no sea lo que le permite la naturaleza: vivir en un chinchorro, el para qué trabajar; y hacemos gala de afirmar entre chistes: El trabajo es para los burros, o como un castigo, como decía la canción del negrito del Batey, es decir, el que no trabaja es muy inteligente.

Hemos copiado y traducido al buen venezolano leyes que regulan el comportamiento de otros países que sí han sido educados para la convivencia social y la producción, y es ahí donde somos extremadamente conocedores de nuestros derechos sociales, mas pasamos por arriba de la mesa nuestros deberes.

En estas reflexiones en positivo los invito a que haga cada quien un análisis acerca del qué he hecho, qué estoy haciendo y qué pienso hacer para lograr que se salga adelante y con el menor trauma posible de la actual situación. Actualmente tenemos que pensar más en el trabajo que en el dólar, pensar más en la producción que en el comercio con ganancias ilimitadas, pensar más en la casa que en el gobierno, que tengamos una conducta positiva para exigir responsabilidades legales para quienes han administrado y administran los bienes comunes de todos los venezolanos, de tal manera que haya un verdadero reconocimiento de igualdad social.

Ahora más que nunca el campo es la solución, unidos todos por la paz, la convivencia, el respeto y la prosperidad de nuestro país……

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@JGMendozabargto

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