Desde mi catedra
Hace un poco más de medio siglo, cursaba el 1° grado de primaria con los Padres Escolapios, en Carora, y recuerdo que uno de los textos que se utilizaban en el aprendizaje de lectura era el Libro Victoria. Las lecciones como es lógico iban secuencialmente de acuerdo al abecedario, es decir, de la A a la Z. Mi memoria que aún responde bien en un alto porcentaje, recuerda la lección de la letra R, donde aparece la imagen de un niño apresurado y cuya frases decía: “ Roque, Roque, la casa se quema, / si, se quema, / Roque, corrió… “. Esta vivencia de la niñez viene al caso, cuando ocurre en el país la ya conocida tragedia de la Refinería de Amuay, cuyos tanques arden en llamas, según el convencimiento de la mayoría de los venezolanos, por la falta de mantenimiento y super visión eficiente de las instalaciones. Pero es que, se percibe al país en todos sus estratos y sectores que está en llamas, literalmente hablando. Si recurrimos al símil, la casa que es el lugar de habitación de una persona o familia, pudiésemos decir que el territorio venezolano con sus 916.445 Kms2, es nuestra casa, desde el Cabo San Román a la Piedra del Cocuy, y desde Castillete a Paria. Pues bien, la casa se nos está quemando, la casa está en llamas, el país arde por los cuatro costados, si literalmente entendemos que la Nación se quema institucionalmente, y en las políticas y acciones de servicios públicos. Basta numerar algunos de los desastres ocurridos en el desgobierno de Hugo Chavez, para reafirmar tal aseveración: los soldados quemados en un cuartel de Maracaibo, el incendio en Parque Central, la cisterna de Pdvsa en Tejerías, la explosión de Cavim, el alto índice de inseguridad y violencia, el alto grado de corrupción de los afectos al gobierno, el caso de “Pudreval”, olvidado y tapado, el hundimiento de la Plataforma Petrolera en Oriente, las cárceles y sus “pranes”, caso insólito y único en el mundo, tienen en jaque al Estado y sus instituciones, las protestas y reclamos a diario por los Contratos Colectivos de los trabajadores, e igualmente en miles de Comunidades, los vecinos del Lago de Valencia, los asaltos a la U.C.V, por las huestes oficialistas, el sistema eléctrico del país, ni que decir, el estrangulamiento presupuestario a las Universidades, que no han podido someter, las vías y carreteras del territorio nacional deterioradas, las deudas del Estado, la inflación galopante, el abuso de poder, vapuleado el Estado de Derecho, el cerco a la empresa privada y sectores productivos, las promesas incumplidas, las mentiras a “troche y moche”, en fin un desasosiego en la población producto de la estrategia fascista y comunistoide del régimen ; esto y más de lo que no se puede profundizar en el espacio, reflejan el candelero en el que vivimos los venezolanos, y no hay respuesta, ni responsables ante estas quemazones; de nuevo, solo mentiras y promesas en tiempo electoral, con la mala suerte para el candidato continuista, que en este incendio, el no es más que un “cartucho quemado”, sin pólvora para vencer la alternativa democrática opositora de Henrique Capriles Radonski. Dependerá de un electorado consciente, de la amenaza que representa la continuidad de este régimen, que se apaguen las llamas que nos envuelven y sofocan, y que el voto racional sea para encender la luz de fe y esperanza, en la Venezuela democrática, sin odio ni división de clases, y al suplantar a este incendiario mandatario, diremos con alivio y sin sed : Chavez, corrió… y perdió.