La luz siempre ha estado asociada a la creación en cualquiera de los textos genésicos de las diversas culturas y religiones. Aparece como contraste frente a lo indeterminado, el caos, lo innombrado y lo innombrable. Es símbolo de lo intangible, de los comienzos y el devenir. La idea de una luz que permite ver lo real, está asociada a la metafísica, por ser la palabra metáfora de la luz y ésta de aquella, al iluminar para comprender, la vida. Por ser contraria a la oscuridad, se asocia a la vida en contraposición a la muerte.
Pocas veces en este gobierno, ha existido una situación tan real y tan metafórica para describir una ineficacia que salvo a los pocos afortunados, alcanza a todos por igual. Situación que nos afecta como país y como sociedad. En lo colectivo y lo individual. En la esfera de lo público y de lo privado; en la casa y en la calle; en la intimidad más absoluta y en los espacios elementales que la inseguridad no ha podido abolir, como la avenida, el metro, el bus, la plaza, la calle que me lleva a casa, mi patio, solar, terraza, balcón y lo que ha dejado de ser seguro y que por siglos constituyó los llamados espacios del hogar, nombre cuyo origen se asocia al fuego que cocina los alimentos y al calor del afecto familiar.
Decía Kant que “En las tinieblas la imaginación trabaja más activamente que en plena luz“. Afirmación válida para la filosofía y la creación mas no para estos tiempos ni esta “revolución”, salvo para el malandraje nocturno, análogo al que nos ha llevado a esta situación de desamparo lumínico, cuyas consecuencias son previsibles a la luz del raciocinio y analizables a “mano alzada” sobre el cuaderno.
Ahora nos piden hacer esfuerzos por la patria quedándonos a oscuras. Como si las alarmas no se hubiesen encendido desde la sequía del 2001 y 2003. Ya en noviembre del 2012 se conocía el informe de ingenieros de CVG EDELCA, cuyas investigaciones estudiaron el efecto de los llamados “vórtices”, en las entradas de agua de las turbinas, concluyendo que podían traer graves problemas operacionales. Tomaron como referencia el descenso del nivel del agua en el Gurien la sequía de los años citados, y se determinó que no puede ser menor a 240 metros sobre el nivel del mar, pero que ha de mantenerse el mínimo en 246.
Tres años y medio después la situación ha empeorado y para variar, en lugar de asumir responsabilidades, se le atribuye al “Niño” ser la causa, dejando por fuera, que si bien es cierto que incidió en el problema, éste es un fenómeno previsible, cuyos efectos se acentuaron dada la “Sobreexplotación del Guri desde el 2014 y la ausencia de dotación y actualización del parque termoeléctrico”. Palabras mayores que se citan fácilmente pero que requieren no sólo de conocimientos, sino de responsabilidad a la hora de planificar a corto, mediano y largo plazo. El extraño verbo “turbinar”, produce imágenes catastróficas a pesar de la intención gubernamental de hacernos creer que no pasaba nada, como si fuese fácil pasar por alto que a menos agua menos electricidad.
Sordos a los especialistas de dentro y de fuera no tomaron previsiones. Acostumbrados a “crear” versiones de sombreros de mago con las palabras, olvidaron que no hay manera de ocultar la oscuridad. Le corresponde a la Asamblea Nacional solicitar los informes que permitan conocer los manejos financieros y administrativos, la situación de la infraestructura eléctrica y sacar a la luz las causasde la falta de mantenimiento y actualización. Oír a los especialistas para saber por qué no se cubren los 18.300MW, si la capacidad instalada es de 34.400MW, investigar e informar al país, sobre las razones de no estar funcionando la hidroeléctrica de Tacoma y la desactivación de la Planta Centro,-la planta térmica más grande de Venezuela y de Latinoamérica- la que según el sindicato de Corpoelec en Aragua, “Desde diciembre del año pasado no está produciendo ni siquiera un kilovatio. Si tuviéramos las plantas termoeléctricas en funcionamiento, tengan la plena seguridad de que el pueblo venezolano no estaría sufriendo los racionamientos que padece”.
La memoria colectiva es lámpara encendida para sortear los desfiladeros de avatares políticos y económicos. A veces pierde fuerza, pero la historia nos demuestra que al recuperarla, no perdona y que desde siempre, la luz vence a la oscuridad.