La crisis se ha convertido en el motivador permanente para alimentar un estallido social. Lo que no se pudo lograr con los votos hasta el 2014 da inicio a una brutal crisis de inestabilidad política, inducida desde el exterior y contando con el apoyo de los partidos políticos de oposición y los medios de información. Junto a la guerra económica se inicia una campaña de terror para hacer que el venezolano se doblegue y desista del proyecto revolucionario.
La amenaza del decreto de Obama, junto a las guarimbas, la guerra económica, son propicias para provocar la salida inmediata del gobierno constitucional, bajo el alegato de que es la única forma de evitar un estallido social que “dejaría en pañales” al de 1989 y generaría una guerra civil y una posible invasión foránea.
A nivel internacional se ha desplegado en los últimos años una campaña contra todos los gobiernos progresistas latinoamericanos, que es casi papel y copia de lo que se hace en Venezuela. Aunque suene petulante, estamos conscientes de que el propósito fundamental de esta campaña es acabar con el proyecto bolivariano, que se ha convertido en la vanguardia de los gobiernos progresistas en el mundo.
Después de las elecciones parlamentaria del 6 de diciembre nos encontramos con una oposición envalentonada, que se cree ya dueña del poder, que le ha puesto fecha final al gobierno constitucional electo por el pueblo. Las contradicciones internas de esta oposición, su diversidad de intereses y pretensiones la hacen perder rápidamente el apoyo popular que gracias al descontento recogieron. Los resultados del 6 de diciembre no son el producto de un triunfo de la oposición, ya que ni campaña hicieron, no postularon proyectos y lo único que ofrecieron fue acabar con las colas y no lo han hecho. Fue el resultado de un voto castigo en contra de las deficiencias del gobierno, fundamentalmente a consecuencia de la guerra económica y la campaña comunicacional. Estos son los verdaderos enemigos: el poder económico y el poder comunicacional.
La oposición no tiene líderes ni mucho menos proyectos de país. Constantemente señalan que hay que cambiar pero no dicen qué, dónde ni cómo, dicen que hay que hacer crecer la economía y la producción pero no explica de qué manera, porque hacerlo los desenmascararía y los pondría en el verdadero papel de defensores del capitalismo, contrarios a las políticas sociales del gobierno. Por eso solamente frases vacías: “cambio y salida ya”, no pueden ofrecer más nada. Ahora con la aparición de Ramos Allup y de Henry Falcón en la palestra electoral se enredan más las pretensiones. Frente a un gobierno, que aunque en forma tardía, ha iniciado unas series de acuerdos con los distintos sectores del aparato productivo, lo que deja a la oposición sin argumentos.
La oposición se cae a contradicciones y no encuentra qué hacer, le tienen miedo al referéndum, a poder conseguir los más de 7 millones de votos que necesitan para un revocatorio y luego, en el supuesto de que lograran sacar a Maduro del poder, ponerse de acuerdo los lideres y sus partidos, a quién designaran como candidato presidencial para enfrentar al candidato chavista. Allí se estaría decidiendo no sobre dos hombres sino sobre dos proyectos distintos de país. Eso coloca la situación nada fácil, ni para el gobierno ni para la oposición, donde el venezolano tendrá que valorar no solamente los errores y deficiencia de este gobierno sino recordar y comparar con el pasado y optar sobre qué futuro tendrán sus hijos.