José Humberto Hernández, de 62 años, por doce años prestó sus servicios como vigilante en el Aeroclub de Barquisimeto. Un señor humilde, campesino que viene de Buena Vista, buscando mejoras llegó a la ciudad y se instaló en la Carucieña, al oeste de la ciudad, allí conoció a su esposa Zenaida Torres.
Hicieron una familia, fruto de ese amor tuvieron cuatro hijos, tres hembras y un varón. Con esfuerzo pudo ofrecerles la oportunidad de estudiar a sus muchachos y los sacó adelante, compraron su casita en el sector 4 de la misma barriada en donde tienen 26 años viviendo.
Beto, como es conocido por sus familiares y más allegados, es jubilado y esa es la única cuenta que posee en el banco, pero era una persona que no podía estar sin hacer nada y se buscó su trabajo como vigilante.
En el Aeroclub fue aceptado, Beto estaba muy contento con prestar sus servicios, lo hizo fielmente, no corría peligro alguno porque su trabajo no era más que subir el tubo de pase para que entraran los automóviles de socios y visitantes al lugar, además de resguardar las instalaciones administrativas que están afuera.
Se movilizaba en una bicicleta montañera verde que tiene o en Transbarca. El 20 de marzo cumplió sus 62 años y como ese día estuvo de servicio decidió celebrarlo el domingo 27 con sus familiares.
Salió a comprar su torta, pero recibió una llamada del comando de la Guardia Nacional que le cambió la vida. Beto, con la torta en la mano fue hasta el destacamento y cuál fue su sorpresa que lo comenzaron a interrogar por una droga que había salido del Aeropuerto Internacional Jacinto Lara, el vigilante no sabía de que le hablaban y de forma repentina quedó detenido, sin prueba alguna, comenta Norka Hernández, una de las hijas del señor Beto.
En el expediente del caso en donde figuran once personas detenidas en Lara, no existe nada que vincule al vigilante con la mercancía. En su declaración manifiesta que se acostó a dormir en una hamaca a las 10 de la noche y no vio nada, a la misma vez que aclara que no tiene acceso a los hangares. Le comentó a la juez en su declaración durante la audiencia de presentación, que fue abofeteado para que declarara. Nada de esto le contó a sus hijas el día que las vio, solo comenzó a llorar y repetir que era inocente y que no sabía por qué lo estaban involucrando.
“Esto es una pesadilla para nosotros, no sabemos por qué tanto ensañamiento contra un señor de 62 años que el único bien que posee es su casita y su bicicleta, la única cuenta que tiene es la de la pensión”, comenta la hija quien trataba de controlar su llanto. Manifiesta que aunque su madre es hipertensa es la que les ha dado fuerza.
“Mi papá en estos pocos días ha rebajado mucho, él es una persona que no puede estar sin hacer nada, se levanta tan temprano a barrer y allí me lo tienen encerrado como un pajarito, me lo están matando, él ya está afectado psicológicamente, pero nosotros lucharemos para demostrar su inocencia”, asevera Norka.
La mañana del sábado realizaron una vendimia en la comunidad, para recoger fondos para pagar los abogados defensores del vigilante. Habían recogido al menos 300 firmas de residentes de La Carucieña, quienes apoyaban y daban fe que Beto es una persona humilde y trabajadora.