Hace más de cuatro décadas, un grupo de especialistas trazaron el Plan Rector de Vialidad del entonces Distrito Palavecino, instrumento que hasta ahora, no ha tenido el más mínimo error de cálculo, salvo los que le ha infligido, con desmesura y despropósitos, los gobernantes municipales a lo largo de los años, torciendo así, el ordenamiento de lo que se vislumbraba una de las ciudades más ordenadas de Latinoamérica, sufriendo así Cabudare, con un crecimiento trastornado.
Tanto es así, que en Cabudare existen trazos viales en donde la mitad tiene un nombre y la restante otro, designaciones que las directivas del Concejo Municipal de turno, cambiaban con un Acuerdo de Cámara para congraciarse con algún mentor o jerarca político, cayendo en el antagonismo de la historia para hundirla en la pronta desmemoria de los pueblos.
Así es como sitios como Barrancas, Bureche, El Carabalí, Pueblo Arriba, El Dividival, La Mendera, Cohobas o Cojobas, Altos de Tarabana y hasta Sabanas de Tarabana, por mencionar algunas, han quedado relegadas a solo la evocación de nuestros abuelos.
Cuando inició la construcción del hoy distribuidor sobre la avenida Intercomunal, se le planteó a Invilara y a la Gobernación de Lara, colocarle el nombre de Distribuidor Bureche, para preservar uno de nuestros topónimos más antiguos y honrar a su vez ese sitio que lindaba con la hoy urbanización Valle Hondo.
La misiva en donde a su vez se le daba todo el respaldo y se felicitaba por la feliz iniciativa vial, que por demás era un clamor popular, no tuvo asentimiento, y la desatinada respuesta sería la denominación de Distribuidor Valle Hondo por ser el sitio de su ubicación.
En esa oportunidad empañó la construcción una diatriba política entre Falcón y Reyes, pero que pese a eso, la gente demandó con su rúbrica prosiguiera la construcción. Hoy es una de las obras más espectaculares de la región Centroccidental, con visión futurista, enmarcada en el PDUL y el Plan Rector de Vialidad de Palavecino.
Más antiguo que Cabudare y Barquisimeto
Pero hablemos de Tarabana, que es lo que hoy nos atañe y nos desvela, pues resulta que es uno de los topónimos más antiguos de la región, tanto que el sitio es mencionado en las visitas pastorales del obispo de Venezuela, Mariano Martí, entre 1771 y 1784, pero también en los diarios de Nicolás Federmann, explorador y cronista alemán, gobernador de Coro en 1835, años en donde recorrió Araure, Barquisimeto, El Baúl y San Felipe, describiendo los sitios y sus cultivos.
Algunos historiadores y estudiosos como Ramón Querales, desaparecido cronista de Barquisimeto, Reinaldo Rojas, Premio Nacional de Historia 1992 y José Antonio Yépez Azparren, destacado poeta e investigador, han apuntado que Tarabana o Taravana es un topónimo de origen indígena, de procedencia arawac o araguaca, nombre que designa a una vastísima extensión de tierras, que se inicia en la confluencia de los ríos Turbio y Claro, y se explaya de manera impensable hacia los tres puntos cardinales restantes.
Estas tierras, las Sabanas de Tarabana, son conocidas desde mucho antes de la fundación misma de la ciudad de Barquisimeto, en aquellos días convulsos de la conquista.
Con este nombre se conoció desde siempre el extremo sur del Valle del Turbio, que era para la época de la fundación de la Nueva Segovia de Barquisimeto, una extensísima sabana traspasando incluso el cerro de Terepaima, sitio este que era denominado,desde tiempos muy remotos, como Altos de Tarabana.
La historiadora Nieves Avellán de Tamayo, en su colosal libro sobre los Cuatro Asientos de Barquisimeto, anota que Tarabana, como palabra, es originaria de los habitantes naturales del Valle del Turbio para el momento de la fundación por Juan de Villegas.
También narra que décadas posteriores, en la fecunda Sabanas de Tarabana, los aborígenes cultivaban maíz, que durante la Colonia, la fértil sabana estaba atestada del mejor cacao para exportación, y posteriormente los Altos de Terepaima, dieron un café superior, que se transportaba a lomo de mula hasta la estación del Ferrocarril Bolívar para llevarlo a Puerto Cabello y en barco hasta Europa.
Devino entonces la industria del cañamelar con la instalación de la Hacienda Tarabana, en 1822, visión de don Juan Bautista Yépez Piñero, padre de los hermanos Yépez Gil, quienes construyeron el primer central azucarero de la región, ruinas o despojos que hoy se niegan a sucumbir a un lado de la edificación vial más imponente de los últimos años en Cabudare: el Distribuidor Tarabana.
Distribuidor Tarabana, no Bellas Artes
El ingeniero José Mariano Navarro, en su condición de gobernador del estado Lara, prosiguiendo la obra de Guillermo Luna y el MTC en donde se invirtieron 32 millones de bolívares (de los de antes) en un pequeño acto para dar inicio a la construcción de la avenida Hermano Nectario María, conocida como la Ribereña, tramo Cabudare- Barquisimeto, desplegó dos planos: uno el del nuevo y moderno corredor vial y otro el del Plan Rector de Vialidad, y colocando la primera piedra declaró al Diario EL IMPULSO, en el 10 de octubre de 1991: “Aquí, desde lo que en un futuro cercano será el Distribuidor Tarabana, comenzamos hoy con la construcción de la más ambiciosa de las avenidas de Lara, un corredor moderno que impulsará el desarrollo de la región Centroccidental”.
Los cabudareños y larenses en general, nos sentimos complacidos por la construcción de este distribuidor en el sitio de Tarabana, complemento de aquella mega obra que se ejecutó a principio de la década de los ochenta.
Saludamos esta iniciativa del gobernador Henri Falcón, pero nos negamos al cambio de nombre y exhortamos al primer mandatario regional, al que apoyamos irrestrictamente en esta megaobra, a que consulte a historiadores y cronistas sobre el nombre que ahora pretende dársele: Distribuidor Bellas Artes, cuyo corredor ornamental será de primer mundo y el cual pudiera llevar ese denominativo, más no el distribuidor, pues el mismo está contemplado desde décadas como Distribuidor Tarabana, vínculo entrañable con nuestra historia, con lo que somos como pueblo, como nuestra cabudareñidad.