#Opinión: CIUDAD CUMPLEAÑERA. Por: Otto Acosta

Por esta fecha Barquisimeto está celebrando 460 años de su fundación, camino largo de expectativas y hechos que desde su origen en un lugar de faja minera cerca del río Buría, en 1552, ha soportado el paso del tiempo y la presencia humana. Diríamos que ha resistido más a quienes la han conducido, muchos de ellos cargados de ambiciones sin observar el daño que causa esa interesada conducta.
Así, Barquisimeto en sus primeros años, cuando se llamó Nueva Segovia, fundada por el capitán español Juan de Villegas, anduvo huyendo de la agresividad de sus propios hombres en increíbles episodios como el protagonizado por un mítico personaje nombrado Tirano Aguirre, en 1561, en el sitio del segundo asiento, a poca distancia de un río de aguas turbias. Se abatieron entre ellos, con armas blancas y de fuego, motivados por la codicia.
Sin embargo, Barquisimeto siguió viva, avanzando por riberas de la turbia corriente acuática hacia otros lugares de mejor ambiente. Hasta que subió a la meseta que actualmente ocupa, no sin antes recibir en varias ocasiones el ataque que con legítimo derecho lanzaban las tribus indígenas a los intrusos españoles, en reclamo de sus tierras invadidas. Sintiendo el despotismo bajo las cadenas del predominio usurpador, la ciudad se acogía a la rutina del trabajo agrícola como esencial soporte económico.
En aparente paz, entre el río y unas encendidas tardes de arreboles, devenían los años sin novedad. Pero un día de 1812, cuando sonaban clarines de libertad republicana, se oyó un grave ruido, la tierra tembló y Barquisimeto se vino abajo. Ese amargo soplo de la naturaleza la había destruido al igual que otras poblaciones del centro y occidente del país. Aún así, la ciudad pudo levantarse y andar sobre reconstruidos espacios.
Tras padecer los posteriores sucesos independentistas y federales, fuego guerrero de buenas intenciones que dejó otras ruinas, más el haber sufrido una cruel epidemia de cólera, Barquisimeto se mantuvo con vida. Con ese constante aliento fue ganando fama de ser exitosa en el comercio, de poseer buen oído musical y tener fe en su milagrosa Virgen, la Divina Pastora. Se fortaleció en el campo productivo dando buen uso al valle de su río.
Más tarde llegaron las luces de la educación superior (1884) y los ruidos progresistas del ferrocarril (1891), auspicioso avance frenado a partir de 1899 por primitivos caudillos en el poder. Luego, en época de una dictadura militar (1949-58), la ciudad cambió su rostro de adobes y tejas por obras de fresca ingeniería, incluyendo anchas avenidas. Así, descuidándose la educación y violando derechos humanos, se dio prioridad al plan de cabilla y cemento.
Al despuntar la democracia, entre 1959 y 1965, a pesar de existir focos guerrilleros en zonas rurales, se instaló en Barquisimeto un plan de masiva educación media, creándose a la vez tres institutos educativos universitarios. Este trío de centros superiores oficiales, y otros de carácter privado, hicieron de la ciudad una urbe profesional, de desarrollo, afianzada con el estreno de una activa zona industrial. Creció su imagen urbana, comercial y religiosa; mantuvo la identidad musical y el deporte devino en exitoso espectáculo.
En su primer censo, el año 1779, la ciudad tenía 8.776 vecinos. Ahora está próxima a un millón, la mayor parte habitantes de múltiples barrios en constante reclamo de atención. Vive, además, gran congestionamiento vehicular ante obras viales estancadas y una perenne inquietud por la inseguridad, padecimientos con más tropiezos que soluciones al ventilarse en escenarios de forcejeos politiqueros. Y Barquisimeto, que superó tantas dificultades históricas, no merece vivir así. Aunque en esa circunstancia, ¡valga nuestra felicitación cumpleañera!
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