Si por algo quisiera que me recordaran mis alumnos no es por haberles enseñado matemáticas o cálculo. Es por haberles insistido en cuán importante es ser compasivo en esta vida. En lo necesario que es ponerse en los zapatos del otro. Muchas veces los regañé porque se tildaban de “mongólicos” cuando cometían algún error. “Imagínate que te esté escuchando la mamá de un niño que tenga esa condición”, les decía. Y todos guardaban silencio. Muy pocos lo repetían y si lo hacían era más por costumbre; nunca por maldad.
Quienes no tienen en su núcleo familiar cercano a una “persona con habilidades especiales” no saben de las proezas que estas personas logran todos los días. Lo que para alguien resulta “normal”, para ellas resulta un esfuerzo titánico. Cosas tan “simples” como hablar, caminar, pensar, comer, vestirse… se convierten en verdaderas hazañas.
Hace una semana se celebró el Día Mundial del Síndrome de Down. Las Naciones Unidas en 2011 instauraron este día para «aumentar la conciencia pública sobre la cuestión y recordar la dignidad inherente, la valía y las valiosas contribuciones de las personas con discapacidad intelectual como promotores del bienestar y de la diversidad de sus comunidades». Básicamente se trata de “generarles autonomía, independencia individual, libertad para tomar las decisiones propias y crearles ambientes inclusivos” a personas que poseen esta condición. Es un desiderátum no sólo para quienes tienen Down, sino para los millones de personas con habilidades especiales.
Soy mamá de una de esas personas. La llamo “niña” porque aunque la semana que viene cumplirá treinta años, será siempre una niña. Más que una niña es un ángel. Porque alguien que cree que todo el mundo es bueno, que no siente envidia, que no tiene ni pizca de malicia está por encima del común de los seres humanos.
Hay una leyenda que dice que Dios escoge a los padres de quienes vienen al mundo y son distintos. Quiero pensar que es cierta. Tener a mi hija distinta me ha hecho mejor ser humano. He “echado pa´lante” en las situaciones más difíciles. Y tengo una fuerza anímica enorme. Feliz cumpleaños, mi Tuti amada. Gracias por haber llegado a mi vida, haberme enseñado tantas cosas y haberme dado tanta felicidad. Soy una privilegiada por tenerte. Has sido una maestra excepcional.
@cjaimesb