Como la historia lo confirma, para el siglo XIX Bolívar llegó a ser el hombre más importante de todo el continente americano. Por ello fueron muchos los retratistas que, en vivo, se interesaron en plasmar su imagen en los lienzos. Y, como es natural, todos ellos coincidieron en la delineación típicamente caucásica de los rasgos faciales del héroe.
Sin embargo, en uno de esos frecuentes pases de luna llena y dislocaciones de mente y espíritu, sufridos a mares en estos 17 años, los teóricos del Siglo XXI se encapricharon en montar un experimento forense que concluyó con el diseño de un Bolívar inédito, de nariz ancha, labios gruesos y mentón prominente, contradiciendo, incluso, al retrato logrado por el peruano Gil de Castro, del cual el propio Libertador escribiera en puntual e inteligible caligrafía que había sido hecho “… con la más grande exactitud y semejanza”.
Esa nueva imagen es la que ahora se exhibe en todas las instituciones públicas, excepto en la Asamblea Nacional, por así disponerlo recién su presidente, Henry Ramos Allup, quien por cierto puso nuevamente en vigencia este espinoso tema, el cual ahora aprovecho para repasar algunas de las tantas conjeturas vertidas al respecto.
La primera pasa por proclamar que Bolívar portaba genes africanos muy próximos y acentuados. Pero, como es obvio, la consagración de esta tesis también deriva en aceptar la perpetración de una de las mayores estafas de la historia, la cual supone necesariamente la conversión de todos esos retratistas en delincuentes de la más baja ralea, a quienes nada les importó proyectar una imagen falsa de Bolívar, y engañar a sus conciudadanos, al mundo entero y a la historia misma, al convenir en europeizar sus rasgos faciales para evitar que el mundo supiese que fue un zambo quien logró la libertad de estas cinco naciones.
Esta elefantiásica versión –como es de entender- le vino de perlas a los izquierdistas uña en el rabo, quienes corearon su canción de cuna predilecta, y ¡cuando no! le endosaron la autoría de este entramado de racismos al imperio norteamericano.
Perversas deducciones. Sin embargo, la peor de todas también pasa por cometer un sacrilegio aún mayor, toda vez que nos obliga a pensar en el mismísimo Libertador como el primer timador, coautor y consentidor de tal estafa.
La segunda conjetura es igual de atrevida. Y aunque acepta que Bolívar desciende directamente de españoles, y además coincide sobre sus finos rasgos faciales, deja entrever que en 1842, cuando Venezuela reclamó sus restos, Colombia le entregó otros; los de un zambo, para ser más exacto, razón por la cual los resultados antropométricos obtenidos con el experimento, difieren grandemente del Bolívar pintado en los retratos.
Y una tercera conjetura –quizá la más realista- señala que el socialismo del siglo XXI, experto en simbologías, nomenclaturas y espectáculos, así como enderezó el pescuezo del caballo, y le puso a correr a la izquierda, también tenía que emparentar a Bolívar con el comandante eterno. Y para ello, nada mejor que apelar a la ciencia forense.
Pero, ante el revuelo causado, que comenzó por profanar los restos del Libertador, algunos opinaron que era mucho más racional y conveniente hacerlo al revés, siguiendo así el ejemplo famoso de Michael Jackson. O sea: recurrir a la cirugía plástica; y, a fuerza de bisturíes y menjurjes, operar y suavizar los rasgos del galáctico hasta aproximarle al modelo caucásico.
¡Cosas veredes… Sancho amigo!