Luego de una larga e inexpugnable dictadura, la que dijo roer y socavar la más mínima voluntad moral de los venezolanos, surgió espontánea y prometedora la protesta ciudadana en reclamo de libertad, democracia y justicia. Ochenta años atrás, el heredero ab intestato de Juan Vicente Gómez, sorteó las dificultades de una generalizada inconformidad, procurando administrar la transición, tras la nefasta jornada represiva que quedó emblematizada el 14 de febrero.
Miles de manifestantes en la modesta Caracas de entonces tronaron sus demandas, dejando muertos y heridos, como forzando a López Contreras a lanzar un programa de gobierno a finales de mes. Más allá de los partidos políticos en ciernes, los gremios estudiantiles y del trabajo canalizaron la enorme energía popular de la que, apenas, uno o dos meses atrás, muy pocos sospechaban: maniatadas o no, seguramente de haber existido por entonces las empresas especializadas en los sondeos de opinión, hubiesen asegurado una tendencia favorable al régimen dictatorial.
El 14 de febrero de 1936 ejemplificó una etapa abierta en diciembre próximo pasado, culminada en junio de 1937, en la que hubo una extraordinaria y vibrante movilización ciudadana en reclamo de sus más sentidos y legítimos derechos que hoy no debemos olvidar, e incluso estudiar con detenimiento y probidad científica, como lo ha hecho Luis Salamanca en su apasionante y minuciosa tesis doctoral, “Protestas contra la tiranía: el nacimiento del movimiento ciudadano entre 1935 y 1937” (UCV, Caracas, 2011).
Además, una acción colectiva no organizada trastocada en movimiento social, la que López Contreras creyó zanjada con el diálogo que escenificó en Miraflores con una representación de los protestatarios, nos invita también a consultar otras obras de Salamanca, como “Crisis de la modernización y crisis de la democracia en Venezuela” (UCV-Ildis, Caracas, 1997), y “¿Por qué vota la gente?” (Alfa, Caracas, 2012), en el esfuerzo de aprehender el fenómeno acaecido en nuestro país, dos años atrás. Precisamente, a partir del 2 de febrero de 2014, mil veces favorecido el gobierno por todos los encuestadores, surgió una formidable oleaje de protestas que tuvo, por una parte, un lamentable saldo represivo de más de casi 50 muertos, más de tres mil detenidos e incontables heridos; y, por otra, se tradujo en el triunfo electoral de 2015 que, paradójicamente, favoreció a los propios opositores que vigorosamente lo combatieron.
Una rápida observación a la vieja prensa da cuenta del decreciente interés que en el curso de los años produjo el recuerdo de las jornadas emblematizadas un 14-F, como ojalá no ocurra con las del 2-F. Exponen sendos momentos estelares en la vida republicana, cuyas lecciones todavía debemos aún descubrir.
@LuisBarraganJ