El juego está “trancao” me espetó un compatriota en la vía. Y en efecto, está cerrado porque la democracia venezolana desapareció desde que este oprobioso régimen, desde hace 17 años, predicó que la teníamos porque hemos tenido sopotocientas elecciones que la respaldan, como en ningún otro país del mundo, y porque también tenemos un poder electoral blindado, perfecto de toda perfección. Pero, si el solo hecho de que existan elecciones es lo que define la democracia, entonces habría que aceptar que en Cuba hay democracia. Democracia quiere decir: “Poder del pueblo”, o como dice la Constitución Nacional: “Reside en el pueblo, quien la ejerce mediante sufragios”. Pero tampoco es un poder popular omnímodo, como tampoco lo puede ser ninguno de los poderes públicos. Es la configuración, como eslabones de una cadena, de poderes que se subordinan a quienes deben subordinarse, de obedecer las leyes a las que estén sujetas para que así pueda haber equilibrio de poderes, y no suceda la anarquía de poderes como está ocurriendo en Venezuela: Poderes que sojuzgan, o pretenden sojuzgar a otros; que no obedecen sino a una ley: La del “me da la gana”; que nos tiene gobernando 17 años. El poder del pueblo está representado en la AN, pero todos los demás poderes no lo respetan; se dan el tupé de desafiarlo no asistiendo a las obligatorias interpelaciones que ordena La Constitución. Y si el Poder Ejecutivo ordena que ninguno de los otros poderes lo acaten, lo que sigue es una cadena, como en efecto dominó, de comportamientos anárquicos propios de pueblos en el más vergonzoso estado de primitivismo.
Y es que si no hay ley que ampare y proteja el orden, la ética, y en general, que haga obedecer la escala de valores que controlan los impulsos primitivos del vivir comunitario de una nación, sino que ésta queda al libre albedrío del impulso primitivo de quien hace lo que le viene en gana, entonces lo que resulta, y existe – como es el caso venezolano – es una sociedad anárquica en donde manda la Ley de la Supervivencia del más apto; ley del que tiene el poder y no la razón; la ley del que tiene las armas, y todos los poderes que rigen una nación civilizada, conculcadas, secuestradas y subordinadas, bajo la bota hegemónica del totalitarismo. Así hemos devenido en un país, en una sociedad, con el comportamiento primitivo de sociedades prehistóricas. Guste o no, tenemos hoy día una sociedad de cómplices confabulados para que quien gobierne sea la tiranía, en una dictadura disfrazada de democracia, en el que se escuchan todo tipo de sujetos incapaces de pensar por sí mismos, sino de vomitar salmodias que les fueron contagiadas por un prolongado lavado de cerebro que les impide, incluso, comprender que una vivienda propia es mejor que una dada en custodia…
Por eso el desorden cunde sin control; por eso el bachaqueo anda haciendo su agosto, septiembre, octubre y hasta diciembre, en todos lados, en los mercados populares, vendiendo los productos regulados al precio que les dé la gana. Por eso los pranes de las cárceles venezolanas ostentan con total libertad armas de guerra del ejército venezolano. ¿Cómo llegaron a ellos? Esas no se venden en bodegas de pueblo, ni en farmacias. Por eso la delincuencia está mejor armada que los cuerpos de seguridad del estado, y tenemos las ciudades más violentas, y con la tasa de muertos más alta del mundo. Todo ello constituye un Estado anárquico, sin ley, en el que cada quien hace lo que se le antoja, sin escrúpulos, sin control, debido a que, por un lado no hay ley que se haga respetar, pero tampoco cuerpos de seguridad que puedan imponer la ley y el orden. Juego “trancao”. Lo que queda pues, es que al pueblo, hoy al borde de la desesperación, se le despierten los demonios. Ojalá que no…