Para Guillermo Morón llegar a los noventa años, lúcido y presenciar la transición dictadura-democracia qué se está dando en Venezuela es un verdadero regalo de la vida y el destino.
El historiador caroreño es una suerte de argonauta cuyos sueños y desvelos, dejados en miles de páginas escritas, contienen muchas de las respuestas a las diversas interrogantes que nos depara el futuro; ahora lleno de obstáculos, como producto del capricho de unos obstinados que quieren que se vuelva a los tiempos de golpes y dictaduras, para no dar cuenta de la gestión de gobierno de los últimos tres lustros.
Celebraremos los noventa años del autor de El Gallo de las Espuelas de Oro volviendo a sus libros de investigación en Historia, también a su narrativa contenida en cuentos, novelas y memorias, en un momento de mala prosa, por el retroceso que significó el entronizamiento de jefes políticos y militares, cuyo imaginario apela a la diatriba y a la descalificación de todo aquel que piense distinto.
Morón, en dieciocho años de dictadura recibió todo tipo de descalificaciones por pensar distinto desde el podium altisonante de Alo Presidente de Hugo Chávez, donde fulminaba con su verbo chabacano y cerril, seguida de manera dogmática por serviles imitadores como Mario Silva; atacaban al paciente pensador, tergiversando y empañando su talento, recogido en la grafía que como producto de años de estudio en centros universitarios de Europa y América para gloria de Latinoamérica.
No fue en vano esa lucha solitaria que emprendió el escritor de la única Historia de Venezuela publicada durante el siglo XX, contra esta tiranía que distorsionó nuestro pasado, con el fin de crear una nueva teología patriotera, donde figura como tótem Hugo Chávez. En los actuales momentos en que están cayendo los becerros de oro y las estatuas del déspota, recobran actualidad las opiniones del sabio caroreño.
Son memorables sus opiniones vertidas en artículos y entrevistas de televisión ante cada una de las apoteosis del régimen chavista como: La traída de cenizas de Manuelita Sáenz; o la tierra traída de Loma de Urquía en Los Teques, como símbolo de Guaicaipuro, para honrar el pasado aborigen. Textos a los cuales volveremos una y otra vez, para buscar explicación, del por que resurge el militarismo primitivo; después de cincuenta años de vivir en un modelo democrático. Queremos saber por qué en nuestro imaginario subsiste como un atavismo el modelo bárbaro de José Tomás Boves, Ezequiel Zamora, Martín Espinoza o el Indio Rangel.