Ventana abierta
Para recordar: “…porque el obrero es digno de su salario.” (Lucas 10:7).
En el pasado mes de mayo tuvimos la oportunidad, gracias a Dios y a este prestigioso diario EL IMPULSO, de escribir sobre las prestaciones, donde mencionáramos, que prometen diluirse como la sal en el agua.
Desde esta “Ventana”, queremos agradecer a un grupo de amables lectores y lectoras, por sus interesantes comentarios dejados por internet, sobre nuestros artículos, a través de la sección de opinión del “impulso.com” y entre otros están: Ildemaro Asuaje, Carolina Rausseo, Nilsa Mujica, Ella Argentina, José Cárdenas, Rafael Camacho y Tina Zambrano.
En el texto para recordar, Jesús, el Hijo de Dios, les pidió a los obreros no andar de casa en casa “viviendo” de los demás y aludía a todos los empleadores que “el obrero merece su paga” y es lo que espera cada trabajador.
La palabra salario, viene del Griego “misthós” que significa: paga, jornal, retribución (ver Mate 20:8).
Hace poco escuché a un acreditado ministro Adventista, invitando a leer hasta 15 veces el libro de Santiago. No lo pudimos leer las veces recomendadas, pero allí encontramos: “He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado, han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos” (Santiago 5:4).
Deseáramos que el clamor referido en Santiago, llegue pronto, si fuere la voluntad de Dios, al Trono Celestial. En ese aspecto, Prieto, Rosana señala: “El principal infractor de la Ley Orgánica del Trabajo es el Estado, porque mientras obligan a las empresas privadas al pago de las deudas como las prestaciones, ellos hacen esperar 7 años y más a sus trabajadores; muchos mueren sin cobrarlas, resaltó Prieto.” (EL IMPULSO, 11/04/12, p.B2).
En igual sentido, el profesor Luis Arroyo, presidente del Colegio de Profesores del estado Lara (CPL) indicó que “actualmente hay 153 mil educadores que han sido jubilados desde 2005 y aún no cobran sus prestaciones sociales y que según la Ley, se debe pagar inmediatamente que se jubila al trabajador.” (EL IMPULSO, 14/08/12, p.C6).
Es el mismo problema, para casi todos los empleados de la Administración Pública. Y cuando los educadores nos dirigimos al Ministerio de Educación (nivel central) para preguntar sobre las prestaciones, la respuesta que encontramos es: Cada jubilado debe esperar (mínimo) siete años para su liquidación y sin retroactividad ¡Que calamidad!
Entonces, ¿dónde está el Ministerio del Trabajo? La respuesta es simple: no puede hacer nada; porque es la misma administración; porque la Biblia nunca se equivoca y menos las palabras de Jesús, cuando dijo: “Si un reino estuviera dividido contra sí mismo, no podría seguir en pie” (Marcos 3:24); “Una casa dividida contra sí misma, cae” (Lucas 11:17). Casi nadie se paga a sí mismo.
Hoy, se está hablando del pago en “Bonos petroleros” y aunque no estemos de acuerdo con ese tipo de pago, venga de donde venga, pareciera que “fuera pájaro en mano…”, porque casi nadie sabe “como se come eso”.
En nuestra humilde opinión, es como una especie de burla o un paliativo, pero no la solución, ya que no se ve el dinero “constante y sonante”; o, hay que tomarse la molestia de venderlos.
¿Qué tal, si esta semana pagaran a todos los jubilados con los sonados bonos? ¿Habrá dinero para convertirlos en efectivo? Respondemos: Están pagando con bonos, porque no tienen dinero, ¿no es así? Casi como cuando a una persona le pagan un cheque, pero con fecha del próximo año y repetimos lo que dijo la secretaria Prieto, del Sindicato de Salud: muchos mueren sin cobrar las prestaciones.
Malaquías, es un libro que nos recuerda sobre el Diezmo y la ofrenda; sobre el fin del mundo y en el, señala la inspiración Divina: “Vendré a vosotros a juicio, y seré pronto para testificar contra ‘los hechiceros, adúlteros y mentirosos’, los que defraudan el salario del jornalero…, mostrando así que no me respetan -dice el Eterno Todopoderoso-” (Malaquías 3:5).
Porque si morimos antes de cobrar las prestaciones, en el cementerio no sirven para el beneficiado; aunque sirvan para los beneficiarios; y si no hubiere, quedan en manos del patrono.