Ante el diluvio catastrófico de ingobernabilidad que ahoga al país y a los venezolanos, provocado no por “El Niño”, sino por el chavismo-madurismo en estos últimos 17 años, no queda otra cosa que seguir exigiendo al Ejecutivo que tenga coraje, valentía y firmeza de tomar las medidas necesarias que le están sugiriendo subrepticiamente algunos voceros oficialistas y las recomendaciones y propuestas que con sentido práctico y realista le hacen sectores productivos privados, académicos, la dirigencia democrática, la mayoría del común de la ciudadanía, que sienten y entienden que estamos al filo de una hiperinflación y en un estado aletargado e inerte del gobierno que pudiese generar una implosión social que no deseáramos ver.
Reitero con el tema, pero es que en cualquier país con una democracia que funcione con sus poderes públicos autónomos e independientes y con verdadero sentir democrático, ante una situación como la que está viviendo Venezuela y su gente ya se hubiese tomado alguna alternativa constitucional que represente un cambio de gobierno; ahora bien, nuestro panorama es distinto, estamos bajo un régimen carente de talante democrático, con tendencia totalitaria, despótica e ideológicamente comunista, lo que no hace previsible que pueda tomar una decisión como la citada; no obstante en el ambiente se cuelan ciertas posibilidades o en su defecto que se encienda uno de los mecanismos que contempla la Constitución.
En este tan accidentado trance que desde 1999 nos metió “aquel Señor”, rompiendo con la practicidad democrática por donde se conducía el sistema, con imperfecciones por supuesto, pero perfectibles, destruyendo las instituciones, el aparato productivo del país, incitando al odio y la violencia entre la población, degradando a los sectores más desposeídos a través de acciones clientelares y populistas, y así pare de contar, son algunos aspectos de las consecuencias que generaron la catastrófica emergencia económica que viene gestándose en vida de “el eterno”, y su heredero mayor termina por agravarla, aspirando sanarla con un decreto con los mismos vicios en su contenido. Así es de infame este régimen que trata de de ir ganando tiempo en su supervivencia, confiado en el control que posee sobre el resto de los Poderes Públicos, ahora que no cuenta con el Legislativo. Encontrándose el régimen en estado terminal de su gravedad y a pocos pasos de llegar a la tumba, recuerdo una frase con la que finalizaba Petkoff, uno de sus acertados editoriales, que vendría bien como epitafio y consuelo a estos años perversos del proceso chavista, esto fue “lo que nos tocó en suerte”.