Por estos días, El Rincón de los Miércoles, escrito por el colega Luis Rodríguez Moreno, uno de los grandes pioneros del periodismo en el estado Lara, llega a las Bodas de Oro. Activo y entusiasta celebra medio siglo de su columna, parte del quehacer en esta casa editora.
A través de la opinión ha presentado, como el agua corre por debajo de los puentes, interpretación de la realidad mediante un lenguaje amigable que permite cierta complicidad entre el autor y el lector, de modo que éste tiene a la disposición un punto de vista para sacar sus propias conclusiones.
Luis Rodríguez Moreno está hecho de una sola pieza, como definen a la gente buena, noble e íntegra. Ingenioso, ético, leal y sincero, sin rencores ni envidias.
Llegué a Barquisimeto en la segunda quincena de octubre de 1973, conociéndolo cuando compartía la jefatura de redacción con el recordado Pedro José Lozada. No se cernían sobre la humanidad del venezolano las tragedias que actualmente vivimos.
De entonces para acá, nuestro país y el mundo se han transformado de manera vertiginosa e inverosímil, y a lo largo de 5 décadas, en su pilastra, y más dentro del periodismo rutinario, nunca ha dejado de ser un diario artesano de la noticia y la opinión.
En el decano de la prensa occidental creció y brilló en todas las facetas y posiciones, entre ellas la fuente de sucesos, donde captaba a fondo la historia del tema, se convertía en uno de sus personajes y se mutaba en la realidad investigada hasta vivirla para contarla con la precisión de la experiencia. También dirigió las páginas deportivas. Hace unos años tomó el reposo del guerrero, pero se mantiene como uno de los columnistas más leídos y respetados de la región, sin perder nunca el contacto con el periódico que lo vio nacer.
Tuve el privilegio de tenerlo como jefe por varios años en este rotativo cuando cubrí las diferentes facetas del periodismo, incluyendo esa de sucesos, hasta asumir igualmente la jefatura de deportes donde me desempeñé durante 18 años consecutivos.
Con el teclear en la vieja máquina Remington, Underwood, Olimpia, quizás una Olivetti, describió las hazañas de Muhammad Alí (Cassius Clay) o Carlos Morocho Hernández, lo mismo que las interpretaciones de Olga Guilllot, Raphael, Julio Iglesias, Rocío Dúrcal, Sandro, Miriam Makeba, La Lupe, o La Polaca; las proezas en grandes ligas de Juan Marichal o Roberto Clemente; como buen hípico que es, las de Victoreado en el primer clásico del Caribe en Puerto Rico y Cañonero en la triple corona norteamericana; la de sus admirados amigos personales Luis Aparicio, Alfredo Sadel y Curro Girón.
Su pluma en ristre ha dejado igualmente crónicas taurinas de las ferias de San Sebastian y Mérida con testimonios sobre Paco Camino, “el niño sabio de Camas” o Antonio Ordoñez, “el catedrático del toreo”, quienes enfundados en trajes de luces dibujaron sobre la arena soberbias faenas para no quedar olvidadas.
La cordialidad lo distingue. Jovial, a pesar de la edad, (no le gusta mostrar su cédula, aunque cumplir años tiene sus ventajas), ameno y espléndido.
Transita la vida a plenitud, a su manera, compaginando profesión, aficiones y orgullo por sus hijos, a quienes visita constantemente en Estados Unidos y España.
Me siento honrado de su amistad, de la que tanto he compartido en el campo profesional y personal.
Celebremos estos 50 años, aquí, arrinconados, mi querido LRM.