Los diputados de la oposición democrática votaron por la directiva de la novísima Asamblea Nacional, sintetizando en un acto democrático una vocación y un programa que no halló cabida en el quinquenio constitucional que concluyera. Jamás será inútil hacer memoria del lustro que desmintió una tradición parlamentaria que explica buena parte de nuestro historial republicano.
Tiempos de inauditos atropellos, de violencia verbal y física, de allanamientos arbitrarios de las inmunidades parlamentarias y hasta de una destitución sin precedentes, como la de María Corina Machado, añadiendo la brutal golpiza en medio de una sesión ordinaria. Quedará políticamente atrás, en la medida en que se abra generosa la posibilidad y el testimonio de una transición hacia la democracia, mas no el necesarísimo relacionamiento histórico de una experiencia de lejos amarga, pero que encontró el indispensable coraje de quienes ocuparon las curules en nombre de la libertad.
Memoria y vanidad cultural
A pesar de nuestras limitaciones editoriales, enmarcadas en la prolongada crisis que sufre el país, hemos sabidos en los últimos años de sendas memorias políticas que honran a sus autores. Hubo pequeñas y grandes experiencias políticas perdidas quizá para siempre, por la omisión de actores políticos que se llevaron a la tumba muchos de los sucesos y secretos que protagonizaron de un modo u otro, y cuando surge la tinta de la responsabilidad de los que ahora sienten ese deber de escribir – sencillamente – lo celebramos.
Finalizando 2015, Héctor Rodríguez Bauza publicó Ida y vuelta (Editorial Punto, Caracas), cuyas páginas recogen la larga experiencia política de un dirigente que, décadas atrás, fue demasiado conocido. Con un extraordinario sentido de humor, zurce hechos y vivencias, transmitiéndonos un dato relevante: perteneció a un liderazgo político ciertamente culto del cual fue (y es) exponente, pero de una inmensa modestia que lo hace más convincente, en contraste con la vanidad cultural que se coló –trastocando las memorias en un ensayo- con Una vida en la izquierda, de Víctor Hugo D’Paola (2014) y los dos tomos de Memorias, de Américo Martín (2013), por ejemplo.
Hay invocaciones, citas, situaciones y autores en Rodríguez Bauza, tejidas con la espontaneidad de un recuerdo que adquiere densidad, familiarizadas con las que registraron –por citar algunos– Laureano Vallenilla Lanz, Ramón Escovar Salom o Miguel Angel Burelli Rivas, en su momento, como no ocurrió con D’Paola y Martín que las fuerzan, convirtiendo la obra en una suerte de innecesaria credencial intelectual.
Sin embargo, el relacionamiento no es inútil, pues avisa de una bibliografía que tradujo inquietudes y hasta vocaciones que la política frustró, acaso hoy sin equivalentes en los sectores dirigentes.