Pensar
Crisis planetaria: Un mundo sin esperanza? Estamos ante una crisis no solamente económica: financiera, especulativa, agrícola, energética, sino una crisis planetaria. Una crisis que amenaza a la existencia del hombre sobre la tierra, una crisis humana, una crisis de la política, crisis de las ideologías y la utopías, una crisis ambiental, una crisis que lleva a los límites del crecimiento económico. Una crisis que ha avivado mitologías y visiones catastróficas sobre el futuro de la humanidad, que ya no se ve tan lejano y que se siente parte de nuestra realidad.
El discurso globalizador es evidencia de la doble moral o lo antimoral de las grandes potencias, que hablan del fin de la guerra, promueven foros de la Paz Mundial, y son los principales productores y comercializadores de armas y provocadores de conflictos; pregonan la defensa del ambiente y son los principales destructores de la naturaleza; dicen luchar en contra la drogadicción, alcoholismo violencia y prostitución y sus naciones son las que más consumen y padecen estas deformaciones. Promueven en los países pobres el deslastrarse de los nacionalismos y regionalismos y ellos conforman grandes bloques económicos, políticos y militares. Pregonan la globalización económica pero no impulsan la solidaridad humana.
Pero junto a este cuadro dantesco de contradicciones mundiales, de cinismos, injusticias e inmoralidad, no todo esta perdido, surge la esperanza. Y no es solo una consigna hueca para tratar de decir algo bueno después de tantas cosas malas. Al tiempo que todas estas desgracias pasan, simultáneamente, y muchas a veces a consecuencia, son las respuestas que están surgiendo, nuevas visiones y alternativas, proveniente de diversos grupos, países, de carácter local, nacional, regional y mundial otras.
Frente al panorama desolador, como es lógico en la naturaleza humana, donde no puede predominar un suicidio colectivo, la esperanza, los movimientos protestatarios, la rebeldía juvenil, los nuevos movimientos sociales, han permitido el surgimiento no solamente de movimientos adversos, propuestas alternativas, sino proyectos políticos ya constituidos como gobierno, que fungen como esperanza planetaria. Con todas sus diferencias y diversidades, hoy son cada vez más las propuestas y acciones que imploran y luchan por un mundo distinto.
Con disímiles intereses, pero la mayoría coinciden en que hay que salvar y cambiar al planeta y a la humanidad. Utilizando mucho de los propios mecanismos que han sido creados para controlar, como los nuevos medios de información y redes sociales. Con todas sus deficiencias y debilidades. Ya hay proyectos, hay utopías que se habían decretado agónicas.
En este proyecto las redes sociales, los medios de comunicación alternativos, el papel de los intelectuales y la educación son fundamentales. Se trata nada menos de formular propuestas de cambios factibles, que logren el mayor consenso en un mundo plural, que permita desplazar el modelo de depredación capitalista por uno humanista. Se trata de salvar el planeta y la vida de todos los seres vivientes, entre esos los humanos, rescatar al humano, como ser pensante y como miembro y no dueño de la naturaleza.
Lo que en el contexto de la modernidad es considerado un atraso, por los pocos niveles de producción industrial que han alcanzado los países del tercer mundo, son hoy su mayor ventaja para poder construir una sociedad distinta. En la mayoría de países pobres, donde todavía existen descendientes de las culturas originarias, existe un saber popular, un conocimiento cotidiano que les ha permitido sobrevivir en sus circunstancias de pobrezas y escases. Muchos de los conocimientos científicos- sobre todo en el área de la medicina y la agricultura- que hoy se encuentran patentados por la industria farmacéutica y agrícola han sido robados a estas sociedades del tercer mundo.
El arraigo que todavía queda de una cultura originaria es una ventaja y el hecho de poseer las mayores reservas de energía, agua, bosques, biodiversidad del planeta, que evidentemente son también amenazas- por los intereses de los países desarrollados- son al mismo tiempo nuestra mayor potencialidad. En este caso una ética y cultura del amor y solidaridad, una educación menos utilitaria son indispensables para pensar y construir esta nueva sociedad.